¿Cuándo fue la última vez que has llorado?
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:31:39 pm
Esta es una afirmación cuestionadora que deja en evidencia esta alarmante situación: “La pérdida de la sensibilidad natural frente al sufrimiento ajeno, hasta el punto de hacer mero espectáculo”.Algo similar expresaba afligido el Santo Padre Francisco al inicio de su pontificado en su visita a Lampedusa: “Siento una espina en el corazón que me causa sufrimiento. He sentido que debía venir aquí hoy a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar las conciencias para que lo que ha sucedido no se repita, no se repita, por favor”, decía.
Estamos desorientados, ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros. Miramos al hermano medio muerto en el borde del camino, quizá pensamos “pobrecito”, y continuamos por nuestro camino, no es tarea nuestra, insensibles a los gritos de los demás, vivimos en pompas de jabón, en la ilusión de lo fútil, de lo provisorio.
Yo quisiera que nos hiciéramos una pregunta: “¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas?, ¿quién ha llorado por estas personas que estaban en la barca?, ¿por las jóvenes mamás que llevaban a sus niños?, ¿por estos hombres que deseaban algo para sostener a sus propias familias?. Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llorar, del “padecer con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!” decía con la voz quebradiza.
Frente a esta llamada de atención del Santo Padre e indiferencia social marcada podríamos preguntarnos además ¿quién ha llorado por esos 60 000 mil peruanos muertos durante la década de los años 80 y 90 según la CVR, ¿quién ha llorado por esos más de 100 muertos caídos por la delincuencia en Áncash y por sus familias?.
Algo pasa. Aun salvando algunas expresiones públicas de solidaridad, la mayor parte de instituciones sociales guardan silencio ¿por qué?, ¿quién ha hecho algo por esas familias enlutadas por la violencia y crimen en Áncash y en el Perú?
Cuan bien haría que así como se hacen estudios serios para ver el índice de pobreza o de crecimiento económico se hicieran también índices, para medir la pobreza espiritual, cultural y humana de nuestra gente.
¿Cómo explicar esto o cuál es la causa de este fenómeno?
La Iglesia maestra en humanidad, nos enseña en boca de Juan Pablo II modelo de fe y santo, que asistimos en este tiempo a una pérdida del sentido de pecado, en donde la gente ya no sabe que es bueno y que es malo, que construye al hombre y que lo destruye. La libertad mal usada nos dice el Papa Santo, ha oscurecido el corazón humano, debilitado la voluntad y desordenado los afectos. En cierta forma aunque imperceptible nos enseña la Iglesia que este mal del corazón, tiene también una forma de solidaridad ya que abraza a todo el género humano, así si hablamos de la comunión de los santos, hemos de hablar de la comunión de los pecados, en este caso del pecado de la indiferencia producida por esa insensibilidad insana de un corazón cerrado.
¿Qué hacer para salir de esa insensibilidad de corazón, practicada incluso en la familia?
Guardar un santo respeto por el sufrimiento ajeno, porque así como sufro, sufren también otros que me piden solidaridad, una oración de corazón.
Buscar el ponerme en paz o reconciliarme para recuperar el orden perdido ante el Señor y los hermanos y no caer en ese mal que nos desborda, la indiferencia. Como decía un buen amigo el padre Jaume Benaloy: “Hemos de ponernos en Paz, porque quien no tiene paz, no puede pronunciarla bien ni mucho menos contagiarla a su alrededor. ¡Paz en el corazón!, para que así sea posible la paz en las familias, en las calles, en el trabajo, en los barrios, en los pueblos, entre los países”.
Busquemos siempre vivir conectados con la realidad, salir de ese individualismo insano que no deja que el corazón abrase a todos, se exprese y encuentre la verdadera paz, que el Señor toque con su santo Espíritu nuestros corazones y nos de sensibilidad, seamos solidarios ante sufrimiento de los demás.
“Qué quieren que haga por ustedes. Señor, que se abran nuestros ojos”, le rogaron los dos ciegos. Conmovido Jesús les toca los ojos y al instante recobraron la Vista. (Lucas 18:35-43)
Escuche la versión radial de la columna:
{audio}columnapadrealex1.mp3{/audio}
Las opiniones contenidas en los artículos publicados en la sección “LA COLUMNA DEL DÍA” son de estricta responsabilidad de sus autores.