LA COLUMNA DEL DÍA | Eduquemos al niño de hoy para no castigar al hombre de mañana
Creado el Viernes, 10 de Noviembre del 2023 01:21:21 pm
¿Recuerdan cuando decían que la escuela es el segundo hogar? ¿O cuando antaño iban los padres a preguntar por el desempeño de sus hijos y se regresaban diciendo: “Profesor, si mi hijo se porta mal, dele más”? Así, ni ganas de quejarnos si el profesor nos reprendía.
Pero los tiempos cambian. Hoy esa actitud ocasionaría denuncia contra el padre, contra el profesor y contra todos a quienes se pueda denunciar por ejercer violencia. Y eso está bien: debemos proteger de la violencia a los menores, pero hemos pasado de un externo a otro. ¿Quién los protege de ellos mismos?
Las noticias han dado cuenta de profesores agredidos no solo por padres de familia, sino también por los mismos estudiantes. Y lo que no sale en las noticias es que los padres llegan al colegio pidiendo ayuda porque ya no pueden con sus hijos, y estos hacen lo que les viene en gana y hasta amenazan con denunciar a sus padres porque, gracias a diversos programas escolares, conocen muy bien sus derechos. Sin embargo, lo que parecer no les enseñan es que también tienen deberes, o al menos esos programas no han logrado que los estudiantes internalicen deberes y derechos equilibradamente.
Dicen que la escuela debe contribuir a la formación del estudiante, eso está muy bien, pero es complementario al hogar: ¿qué hacemos cuando el hogar no cumple con esa función?, ¿qué hace el Estado para ‘obligar’ a que los padres cumplan su responsabilidad? ¡Pues nada! Porque el Estado, representado por los gobernantes y autoridades, no tiene autoridad moral. Porque, si bien es cierto, hay muchos padres y madres irresponsables, hay otros tantos que tienen que trabajar de sol a sol para comer, y dejan en abandono a sus hijos porque no les queda de otra para sobrevivir.
La escuela debe ser formativa, dicen, pero el estudiante puede llegar a la hora que le dé la gana y tienen que dejarlo ingresar para no atentar contra su derecho a la Educación. Si se van desaseados y mal vestidos, no puedes decirle nada. Si comenten alguna acción indebida, no puedes reprenderlo porque te denuncia por maltrato psicológico. Si los estudiantes llevan droga para vender, tienes que aconsejarlo y llamar a sus padres para que le hagan tratamiento. ¿Y si se niega? No pasa nada. Solo miras.
Si el profesor o director se pone fuerte y quiere poner orden, acaba con proceso disciplinario y como protagonista de escándalo en las noticias; claro, después podría ser absuelto, pero hasta entonces ya ha sido linchado en las redes sociales y ha gastado dinero en abogado y su nombre ha sido manoseado; cuando lo declaran inocente, muy pocos medios publican esa noticia y su nombre queda marcado de por vida.
Lo que les comento es de primera mano, pues eso y muchas cosas más las viví como profesor y director. Aunque yo, un tanto imprudente, con suerte hice algunos correctivos. Por ejemplo, cuando retorné al puesto de director titular, más de la mitad de los estudiantes llegaba tarde, así que me di el trabajo de ir conversando con ellos, uno por uno, encontrando historias conmovedoras y otras indignantes.
Como sabía que podrían sancionarme, hice mi consulta a la UGEL, que más o menos se resumía así: ¿qué hago para trabajar con disciplina en el colegio si los estudiantes no cumplen las normas? A tanta insistencia, se me respondió con un documento de dos páginas que citaba diversas normas legales, pero que no resolvía la pregunta. Visité al especialista y le comenté sobre su respuesta, a lo que me replicó: “¿Qué quieres que te diga, pues? La norma no nos permite hacer nada”.
Esta problemática en su momento la plantee en eventos con la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía de Familia, y, claro, coincidían conmigo, pero el trabajo de ellos era hacer cumplir las normas, que son permisivas. Y tienen razón: ese es su trabajo. El problema tiene que visibilizarse desde la escuela, pero hay temor, tal vez frente al riesgo de ser sindicados como retrógradas o apologistas de la violencia, y, entonces, renuncian a educar y se deja hacer, se deja pasar con resignación, y solo se instruye para certificar.
Nos quejamos de la falta de ciudadanía, de que las autoridades son corruptas, de que los conductores no respetan las reglas de tránsito, de que nadie saluda, de que no hay respeto, etc., etc. ¿Y por qué esperamos que sea diferente si, desde chicos, y con el aval del Estado, las personas no cumplen las normas? ¿Esperamos acaso que de adultos aprendan a respetar? ¿Qué estamos haciendo desde nuestra posición en la sociedad para hacer aquello que reza: eduquemos al niño de hoy para no castigar al hombre de mañana?
La disciplina escolar es un desafío pendiente de abordar. No se trata de volver al pasado o elogiar la violencia, pero miremos que la raíz de nuestros problemas sociales ―que solo se pretende abordar desde la represión― está en las familias y en las escuelas; si no actuamos, estos no van a cesar con más policías, más patrulleros, más cárceles o medidas similares. Ataquemos la causa.
¿Seguimos fingiendo que no nos damos cuenta? ¿O lo abordamos de una vez para buscar soluciones equilibradas? ¿Usted qué opina?
* Miguel Arista Cueva es docente y abogado. Consultor, conferencista, especialista en gestión pública, educación y derecho administrativo. Fue director regional de Educación de Áncash y del Colegio de Alto Rendimiento de Cajamarca.