“El ángel del oxígeno” ya descansa en paz: un mar humano despide al padre Giovanni Sabogal en su tierra natal
Creado el Viernes, 25 de Abril del 2025 08:57:58 pm | Modificado el 25/04/2025 09:34:24 pm

Una conmovedora multitud desfiló en silencio por el salón parroquial de la Parroquia Señor Crucificado de Santa para dar el último adiós al padre Giovanni Daniel Sabogal Osorio. El sacerdote, hijo amado de esta tierra, fue despedido en un ambiente cargado de fe, dolor y gratitud. Santa no solo perdió a un sacerdote, perdió a un hijo, un guía, un amigo. Se fue el “ángel del oxígeno”, pero su luz sigue ardiendo en cada corazón que tocó.
El velorio se vivió con una intensidad única. Cientos de personas pasaban frente al féretro con los ojos llenos de lágrimas y las manos unidas en oración. Desde niños hasta ancianos, nadie quería irse sin dejar un pétalo, una cruz o una palabra de amor. En medio de la transmisión especial de Radio Santo Domingo, una voz quebró el silencio con una emoción que atravesó el éter: era la madre del padre Giovanni, la señora Aleja Osorio, quien, entre sollozos y orgullo, compartió sus sentimientos.
Palabra de madre
“Me siento un poco triste, pero con ese privilegio de haber estado con mi hijo hasta el final. Fue un gran hombre, un gran sacerdote, amigo de todos, que vivía para servir. Su enfermedad nunca lo venció, y aun con el corazón débil, tuvo la fuerza para amar”, dijo con voz serena, dejando ver el corazón de una madre que lo acompañó en cada batalla, desde los cuatro años, cuando comenzó su lucha contra la enfermedad.
Durante la misa de cuerpo presente, que se celebró en la losa deportiva del Centro de Educación Técnico Productiva Santa María de Guadalupe, el obispo de la Diócesis de Chimbote, monseñor Ángel Zapata Bances, ofició una ceremonia cargada de simbolismo y emoción. Rodeado por un verdadero mar humano, el féretro fue llevado por sacerdotes que, con profunda fraternidad presbiteral, quisieron cargar ellos mismos al hermano que partía.
"Se nos va un pastor bueno"
“Nos invade el dolor, pero también la fe. Se nos va un gran sacerdote, un pastor bueno, el primer vocacionado de esta Diócesis. Un hombre que luchó desde la enfermedad, que sirvió desde la fragilidad. Él fue ternura y coraje, amor y convicción”, expresó el obispo, visiblemente conmovido.
Durante su homilía, monseñor Zapata hizo un llamado a no dejar morir el ejemplo del padre Giovanni: “Vivió para los demás. Cuando faltaba el aire, él trajo oxígeno. Cuando faltaba esperanza, él la sembró. Hoy lo despedimos como lo que fue: un ángel que ahora cuida desde lo alto a esta iglesia que tanto amó”.
Los niños acólitos, que lo veían como un padre y guía, se acercaron con reverencia al ataúd. Los fieles, desde los rincones más humildes de Santa, Coishco y Chimbote, no podían ocultar su dolor. Todos tenían una historia con él: el consejo oportuno, la ayuda en silencio, la fe que volvía cuando él hablaba. El padre Giovanni nunca decía “no”. Siempre estaba disponible, incluso cuando su cuerpo pedía descanso. Incluso enfermo, salía a ayudar, a llevar medicinas, a casar a una pareja, a reconciliar familias.
Su hermano Iván lo describió como “un pequeño gigante”, un valiente que desde niño nunca se quejó del dolor. “Su alegría era única, sus frases lo acompañaban siempre: ‘chévere’, ‘pajita’, ‘pulenta’, decía cuando estaba contento. Su carisma era puro amor”, recordó con una sonrisa entre lágrimas.
En su paso por la plaza de Armas de Santa, camino al cementerio, el féretro recibió una lluvia de pétalos de rosa. Era el pueblo que lo despedía. Un pueblo entero, unido por el dolor, pero también por el legado imborrable de un hombre que amó hasta el último suspiro.
El último adiós
Sus padres, fuertes hasta entonces, se quebraron frente al nicho. Fue un momento que tocó el alma de los presentes. Uno a uno, los hermanos también se despidieron, y al final, un sacerdote dio la última bendición. El nicho se cerró, pero el amor quedó abierto, latiendo en cada rincón donde el padre Giovanni sembró fe.
La comunidad educativa del colegio Santiago Antúnez de Mayolo, donde estudió en 1991, también expresó sus condolencias. Y en cada rincón de Santa, se escuchó una misma frase: Gracias, padre. Gracias por tanto.
Hoy, el padre Giovanni Sabogal Osorio descansa en paz. Pero su ejemplo continúa. Su voz resuena en la conciencia de quienes lo conocieron: “Tienes que vivir para servir, sino no sirves para vivir”. Y eso hizo. Sirvió hasta el final. (P.C. - RSD Noticias).