Hijo de David, ten compasión de mí
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:29 pm
narra Diana Vega, una enfermera técnica que ha entendido que trata con personas que sienten, que sufren, que se reponen a pérdidas y que siguen luchando día a día.Quien estudie o se desempeñe en alguna rama de la medicina, sabe que está luchando por una vida. Incluso para una enfermera la esperanza de poder ver a un paciente recuperado es más fuerte que los resultados de los diagnósticos, y aunque sean los profesionales más cuestionados más de uno batalla por no olvidar que sigue siendo un ser humano que trata con un semejante que merece respeto por su dignidad, esa dignidad que Jesús, el hijo de Dios, le devuelve al hombre cuando le devuelve la salud.
No hay alegría más grande que ver a una persona sana y feliz. Sin importar que no haya agradecimientos, para Diana saber que un paciente está de alta es tener de nuevo el aliento para sobreponerse a cualquier problema, es ver reflejado en su familia el bienestar y la tranquilidad que da la salud y, sentirse útil ante la adversidad es acercarse a Dios para entender que no abandona…
Jesús actúa. Bartimeo era un hombre ciego, dependía de las limosnas para sobrevivir. Un día escucha la voz de un tal Jesús y le dice, le pide con confianza: “Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí… Que pueda ver”. Y ante tal pedido, es imposible no responder. Alguien que está enfermo o tiene una discapacidad siempre tendrá el anhelo de recuperarse, y buscará el modo de estar y sentirse bien. Y para Jesús, poder sanar a un enfermo o devolverle la vista, el oído y la voz en definitiva es uno de los triunfos más grandes sobre el dolor y la muerte.
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