EDITORIAL RSD | Segunda vuelta: hablemos de la “caperucita”
Creado el Domingo, 25 de Abril del 2021 11:07:13 am
Quizá el principal problema de la candidata Keiko Fujimori para crecer en aceptación es que la conoce todo el Perú. Y como la conocen tanto y tan bien, la mayoría sabe que cualquier cosa que pueda decir o hacer es poco creíble. Su falta de credibilidad no es gratuita, y no solo tiene que ver con su propio actuar político y el de su partido Fuerza Popular, sino también con el pasado que arrastra y representa.
Cada vez que por estrategia ha pretendido desmarcarse de la figura de su padre, el expresidente Alberto Fujimori, preso por violaciones de los derechos humanos, corrupción, peculado y otros delitos, no ha podido. Y no ha podido porque, está claro, no hay keikismo sino la continuación del fujimorismo. Y todos, simpatizantes y detractores, saben lo que significa el fujimorismo: caudillismo, autoritarismo, populismo neoliberal, conservadurismo, democracia parcial.
No hay keikismo sino la continuación del fujimorismo porque ella misma siempre ha terminado reivindicando al gobierno de su padre. Lo ha hecho, por ejemplo, en la presente campaña cuando prometió “mano dura” si ganaba las elecciones, el discurso que le gusta escuchar a sus simpatizantes que anhelan un “gobierno fuerte” que “solucione los problemas” sin importar cómo, tal como lo hizo su padre.
Ese 13.40 % de la primera vuelta es, en gran medida, el “voto duro” que Keiko conserva como herencia de Alberto Fujimori y que proviene de las clases más populares a las que él se ganó con su acento populista y su “triunfo” sobre el terrorismo, y de la clase alta que recuerda su gobierno conservador en lo político y lo económico.
La falta de credibilidad de Keiko Fujimori –decíamos al principio– no es gratuita, no solo por la mochila que carga de su padre, sino por la propia que se ha encargado de llenar.
Primero, su conducta política como cabeza de Fuerza Popular ha sido deplorable: su partido ha votado leyes inconstitucionales, ha protegido a “cuellos blanco”, ha perseguido gabinetes y hasta se ha bajado a dos presidentes. Lo que políticamente ha vivido el país en el último periodo de gobierno es, en gran medida, responsabilidad suya. Y jamás ha habido un mea culpa.
Segundo, sus problemas con la justicia no son cosa menuda: la Fiscalía la identifica como jefa de una organización criminal al interior de su partido Fuerza Popular y la acusa del presunto delito de lavado de dinero por los aportes ilegales de Odebrecht y del dueño del BCP para sus campañas de 2011 y 2016. Por eso pide 30 años de cárcel para ella, que ya estuvo presa tres meses y ahora sigue el proceso, y la campaña electoral, bajo libertad vigilada. Si ella termina siendo elegida presidenta, su caso no solo se paralizará durante cinco años, sino que durante todo ese tiempo el sistema de justicia estará en riesgo.
Si bien las últimas intenciones de voto mostradas por las encuestadoras la dejan por lo pronto muy atrás de su contendor de izquierda a quien pretende derrotar –42 % contra 31 %, según Ipsos; 41% contra 26%, según Datum; 41,5% contra 21,5%, según IEP–, faltan todavía algunas semanas para la segunda vuelta y las cosas podrían cambiar. No hay que olvidar que, electoralmente, el Perú es el reino de lo imprevisible.
Keiko Fujimori postula por tercera vez porque tiene la obsesión de ser presidenta, y para lograrlo no escatimará esfuerzos ni se empachará con las estrategias. Su campaña contra el “comunismo” muestra su verdadera naturaleza fujimorista, lejos del maquillaje usado en su reaparición pública días después de la primera vuelta cuando dijo muy quedito que no iba a hacer caso a las recomendaciones de sus allegados de atacar las “debilidades” de su oponente. Aunque las cifras indicadas líneas arriba podrían hacer presumir que, como afirmó hace poco la periodista Rosa María Palacios, “el antifujimorismo es más grande que lo que Keiko llama anticomunismo”, su campaña se centra en el ataque, en el ‘terruqueo’ al rival y en buscar que este le responda para polarizar aún más la campaña y por ende al país. El candidato de izquierda es el comunista que amenaza con llegar al poder para quedarse, es su mensaje. Y ella llega para salvar al país, cómo no. “Él es el lobo disfrazado de oveja”, remata.
Hoy nos hemos ocupado de la “caperucita”; la próxima vez será del “lobo”.
Radio Santo Domingo – RSD
Foto: Convoca.pe