LA COLUMNA DEL DÍA | Ciudad sin ciudadanos
Creado el Lunes, 4 de Febrero del 2019 02:43:16 pm
Aunque es una palabra de uso cotidiano, no siempre debe llamarse ciudadano a quien vive en una comunidad, pueblo o ciudad. Tú que ahora escuchas o lees esta columna, ¿dirías que eres un ciudadano? ¿Quién es un ciudadano o ciudadana, qué lo define? Convengamos en una definición sencilla que vaya más allá del marco constitucional, que considera ciudadano a todo habitante nacido en el territorio y con mayoría de edad. La verdad es que esta concepción de CIUDADANÍA no exige nada especial ni de ti ni de mí.
Una definición clásica que en los años 50 marcó un paradigma fue la propuesta por el sociólogo inglés Thomas Marshall, para quien CIUDADANÍA era el “derecho a tener derechos, el elemento que integraba a los miembros de una sociedad y los hacía iguales”. De manera que la ciudadanía borraba, en cierta forma, los efectos excluyentes de las clases sociales. Ser ciudadanos debía hacernos iguales en derechos… pero, ¿y qué hay de los deberes? Definiciones más recientes los integran como la otra cara de la moneda.
Entonces, si ser ciudadano es ejercer nuestra ciudadanía plena, esto incluye tanto derechos como obligaciones, y asumirlo es un proceso en permanente construcción que debe integrarnos como sujetos individuales y colectivos al quehacer público, en lo social, cívico y político. Marisol Castañeda, directora de la Asociación Calandria, resume que “la ciudadanía se ejerce sintiéndonos ‘parte de’ y opinando sobre lo que sucede en el país, la manera cómo se gobierna y administra”, pero además interviniendo en esa realidad.
Ser ciudadanos es, en suma, hacernos responsables de lo que pasa a nuestro alrededor; y no vayamos lejos, solo miremos donde trabajamos y vivimos. Si hacemos un ejercicio en negativo, NO SOMOS CIUDADANOS cuando nos desentendemos de lo que pasa en el barrio, cuando arrojamos basura a la calle o vemos con indiferencia cómo otros lo hacen, cuando coimeamos al policía o accedemos resignados a su chantaje. NO SOMOS CIUDADANOS cuando sabemos que una vecina es víctima de violencia o un niño es maltratado, pero preferimos mirar al costado y no hacernos de problemas. Tampoco somos ciudadanos cuando “aceitamos” para ganar una licitación, o cuando “arreglamos por lo bajo” para obtener ventaja sobre los demás.
Si una sociedad muestra profundas injusticias sociales -como en el caso de Áncash-, es porque carece de un mínimo de ciudadanos que la defienda… Mirémonos, admitamos que somos una sociedad sin ciudadanos, sino la “viveza criolla” no sería tan celebrada. Para contrarrestar ese estado de cosas, necesitamos más maestros que, además de dar clase, creen conciencia crítica en sus alumnos; abogados que pongan la justicia por encima de la legalidad; ingenieros que valoren las obras en función de la gente, y no solo del monto a licitar; periodistas interesados más en la verdad que en el rating; o sacerdotes y pastores que sean auténticos líderes espirituales y no simples funcionarios de la religión, por citar algunos ejemplos. Si el cambio es posible, este depende de ti, de mí, de todos.
* Nilton Gamboa Carranza es periodista, exredactor del diario La Industria de Chimbote, exeditor del diario Correo de Chimbote, exdirector del noticiero regional “Primera Edición Chimbote” de América Televisión, actual corresponsal de Canal N, magíster en Gerencia Social por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y docente de Comunicación para el Desarrollo en la Universidad Nacional del Santa (UNS).
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