LA COLUMNA DEL DÍA | Las culpas nunca son viudas
Creado el Jueves, 3 de Diciembre del 2020 01:21:27 pm
Cuando pensábamos que en Áncash era cosa del pasado el desperdicio de dinero público por corrupción, con exgobernadores presos, hoy somos testigos de un nuevo capítulo de vergüenza nacional con la detención, por ahora preliminar, del gobernador regional Juan Carlos Morillo, acusado, en base a informes de Contraloría, de haber cometido corrupción con el dinero que debió invertirse para combatir la pandemia.
Nadie debe celebrar que una persona sea privada de su libertad; hay que considerar su condición humana, el sufrimiento de la familia, etc.; sin embargo, quienes cometen delitos deben afrontar su responsabilidad en caso la tuvieran. Pedir que se haga justicia no significa ni abuso ni impunidad, se trata de esclarecer la verdad, nos guste o no.
Ante un nuevo episodio como el que atraviesa el actual gobernador, se debe poner sobre el tapete las responsabilidades para que situaciones como esta no ocurran reiteradamente. Morillo no es el único responsable de la lamentable situación que vive; también lo son los que conforman su entorno más cercano y los que reemplazaron la lealtad por la obsecuencia, los que canjearon asesoramiento por adulación, los que le hacen creer que llevar portátiles es tener simpatizantes; del mismo modo, son responsables de la detención de Morillo los empresarios inescrupulosos a quienes no les importa lo que pase con el funcionario con tal de llenarse los bolsillos; también son responsables de la endémica crisis en Áncash los que dicen ser sus amigos, pero lo ponen en una burbuja irreal para vivir a costa de él; ayudan mucho a la decadencia de un gobernante quienes por un “sencillo” venden a la población una realidad manipulada, sin contar que el primero en comprarse esa “irrealidad” es él mismo; finalmente, los principales responsables son los que lo eligieron.
Estas mismas responsabilidades aplican para los casos de César Álvarez, Waldo Ríos, Enrique Vargas y, en un tiempo no muy lejano, Luis Gamarra.
Vivimos en una sociedad donde, desde hace mucho, se practica el “doble rasero”, en que el mensaje es “tu corrupto es malo, mi corrupto es bueno”, o “sí es corrupto, pero si me da algo, está bien”.
Vemos personas que se rasgan las vestiduras, publican mensajes en sus redes sociales y marchan contra la corrupción nacional, pero aplauden la corrupción regional o local. Tenemos personas que a sabiendas de que a quien apoyan está involucrado en corrupción, hacen de portátil porque les dan trabajo; así, practican “pan para hoy y hambre para mañana”. Todo eso hace mucho daño a la sociedad, pero también al gobernante o funcionario que, como ya hemos visto, tarde o temprano termina privado de su libertad.
Los problemas de corrupción, de malos manejos, incapacidad, etc. se deben a los malos gobernantes, pero a esos malos gobernantes los eligen malos electores, y esos malos electores lo son, algunos, por ignorancia, pero sobre todo, muchos, por conveniencia; miran lo inmediato y no el futuro. La única solución es la educación, pero una de verdad, esa que lamentablemente no le interesa a quienes detentan el poder.
Cada vez que elegimos o tenemos a un gobernante que termina preso debemos autocriticarnos y preguntarnos en qué fallamos. ¿Sabíamos que era corrupto o incapaz y no me importó? No es excusa decir “yo no voté por él”. Entonces debemos pensar por qué no hicimos lo suficiente para que gane un buen gobernante o, por último, si consideramos que no hay buenos candidatos, por qué no postulamos nosotros. Debemos reflexionar y dejar de excusarnos porque todos tenemos algo de responsabilidad en la crisis, ya sea por acción o por omisión, porque, como me dijo una vez una profesora: “Las culpas nunca son viudas".
* Miguel Arista Cueva es docente y abogado. Consultor, conferencista, especialista en gestión pública, educación y derecho administrativo. Fue director regional de Educación de Áncash y del Colegio de Alto Rendimiento de Cajamarca.