Aquello que es de Dios no se destruye
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:25:30 pm
donde aquel que tiene mayor acceso económico es el privilegiado, hay cambistas también, por la presencia de peregrinos.
El templo es como el cuerpo del hombre que, a veces, es expuesto al consumo de algunas sustancias como las drogas y el alcohol y se vuelve un lugar de monopolio para el vicio.
Jesús con látigo en mano hecha a los vendedores, con esta conducta violenta, en la que actúa con autoridad al ver que el templo se ha convertido en un mercado, donde hay ruido, malos olores de bueyes, ovejas y reina el desorden; él está exigiendo respeto a la casa de Dios.
Ese respeto por si mismo que, “Geiner”, había perdido y olvidado en su adolescencia y parte de su temprana juventud, cuando decide vivir como él quiere.
Gran alboroto se armaría con gente corriendo tras sus animales y cambistas recogiendo sus monedas y gente abalanzándose sobre ellas. Los que a través de la religión buscaban sacar provecho debieron haber estado enfurecidos, pues Jesús les había hecho perder el negocio del día, es aquí cuando los discípulos recuerdan lo que está escrito: "El celo de tu casa me devora."
Dios le da la mano al que se ha perdido en el camino, no fuerza la situación; pero definitivamente le desagrada que se destruya lo que él, con tanto amor, ha formado.
El respeto a la casa de Dios es lo primero, tanto como cuidar de la vida; aun de aquellos que destruyen su propio cuerpo con drogas, alcohol y vicios.
Jesús anuncia su muerte y su resurrección, "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré", mensaje que es comprendido solo cuando ha resucitado.
Siendo templos vivos urge respetarnos entre nosotros, que ello es respetar a Dios mismo.
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