LA COLUMNA DEL DÍA | Los martillazos que no sirvieron
Creado el Viernes, 8 de Mayo del 2020 12:36:06 am
Como se sabe, el gobierno peruano ha anunciado la reanudación parcial y progresiva de sus actividades económicas. El plan que cuenta con 4 fases se divide en plazos que van desde mayo hasta agosto y es un intento para reactivar el nivel operativo de nuestra economía. Con las restricciones de movilidad y de producción, hoy la economía peruana funciona al 44% de su capacidad y, según estimaciones, se espera que al término de la primera fase, llegue a su 70%. Esto debería suponer, entre tanto, un desafío mayúsculo básicamente por dos motivos: el primero ligado a la competencia de evaluación porque se necesitan normas estandarizadas y; en segundo lugar, porque el efecto de la cuarentena se ha rezagado por distintas razones dentro de la ciudadanía y esto podría significar un incumplimiento del esquema de cada fase en su dimensión de clasificación y necesidad.
A propósito de ello, y sabiendo que probablemente no haya más alternativa luego del 10 de mayo, sería conveniente saber por qué los martillazos no tuvieron el efecto deseado. El Perú no ha aplicado una, sino varias medidas, es decir, martillazos, para tratar de aplanar la curva, entendiendo que en algún punto, llegado a su pico máximo, no había otro camino que el descenso.
Esta lógica común en muchos países, no lo es en otros pocos. Quizá el ejemplo más sobresaliente tenga lugar en Nueva Zelanda, donde, en lugar de aplanar la curva, lo que se buscó inicialmente fue eliminarla, introduciendo así desde un inicio medidas más severas y que, contrariamente a nuestro caso, estas no se extiendan paulatinamente, permitiendo así no saturar el aparato de salud y mantener un factor de contagio que tienda hacia su valor cero. Con las diferencias pertinentes, a saber, la calidad del servicio de salud, el control fronterizo, el tamaño de la población y sus instituciones; no olvidemos que hay un caso de éxito y este puede enseñarnos algunas lecciones.
Hay muchas razones que explican los fracasos en cada martillazo aplicado. Vale decir antes que nada, que fueron varias las intervenciones del Estado. A la disposición inicial de cuarentena y su extensión, se agregó, las de toque de queda, la de aumentar las restricciones de movilidad en determinadas regiones debido a su alto riesgo y las salidas específicas para hombres y mujeres.
En primer lugar, culturalmente nos cuesta no compartir espacios públicos, con un alto grado de desobediencia por cualquier recomendación que venga desde fuera. Una muestra de ello es que, en los lugares de poca presencia policial o control e inclusive en espacios donde se debía mostrar un estricto cumplimiento de distancia, muchas personas no acataron las recomendaciones y por anteposición de su individualidad, empeoraron el asunto.
En segundo lugar, en la medida que avanzan los días, el “efecto cuarentena” se dilató debido a razones laborales. La ayuda que otorgó el gobierno fue insuficiente y, entendiendo que la Población Económicamente Activa (PEA) es un 70% informal, esta no encontrará otra alternativa que conducirse por el empuje de generar ingresos.
En tercer lugar, un rasgo de nuestra actividad del hogar, está caracterizada por salidas diarias e interdiarias para comprar alimentos (aumentando los riesgos de contagio), dada la imposibilidad de tener reservas permanentes; esta razón se vincula directamente con el valor de la Canasta Básica Familiar y el incremento parcial de algunos precios.
En cuarto lugar, inclusive en el supuesto de cumplir la razón de distancia social, no hay una liberación universal de equipos de protección para reducir el contagio, estos aún cuestan mucho, lo cual hace inaccesible su compra, pero ni siquiera eso: en determinados lugares no poseen agua y jabón, ¿cómo hacerle frente al virus entonces?
Por último, nuestra educación es insuficiente y nunca hemos sentido, como hoy, la necesidad de tener una conciencia colectiva para entender lo general como particular.
Los alcances de la cuarentena no solo se han acortado poco a poco en nuestro país, también ha pasado en Colombia, Bolivia y Brasil. Aunque por sus propias particularidades, dichos casos comparten un común denominador: hay una población que espera de cada gobierno la ayuda que necesitan.
*Diego Mendoza Franco es ingeniero industrial, egresado del Programa de Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de la PUCP y el CAF, coordinador del Círculo de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos Aleph, promotor de los ODS por el Senado de Buenos Aires, Parlamentario Joven Nacional y activista social.
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