LA COLUMNA DEL DÍA | Hay libro, pero no hay abrazo
Creado el Lunes, 15 de Junio del 2020 02:07:41 am
Con la distancia de los días, con el incremento de la crisis y las muertes, y a pesar de los 580 kilómetros que me separan de mis niños, el 21 de abril empecé a escribir un diario; un libro que intenta ir más allá de la enfermedad y de los síntomas, de temperaturas, medicaciones y cifras, del horror en morgues, hospitales y consejos de ministros. Empecé a escribir por la necesidad de abordar una tragedia: la que atraviesa nuestras vidas; lo hago desinteresado en narrar la cotidianidad y los detalles del confinamiento, del hecho estrictamente cronológico, del miedo que todos sentimos. Intento ser coherente con mi forma de sentir y de pensar, con el mundo interior que tengo, con el estado en que me encuentro y con las cosas que me duelen, me indignan y me quiebran.
Hay hechos, imágenes y emociones que nunca se irán de nuestras vidas. La existencia excepcional que este tiempo experimentamos nos afecta y nos obliga a contar para reconocernos, para amenguar el dolor, para sentirnos acompañados. Hay días, sin embargo, en que es imposible narrar o describir lo que vivimos; la página en blanco y el silencio se imponen, la fatalidad es la que dicta los verbos y conjugaciones de esta existencia nebulosa e inasible de la que no se puede salir. A veces, cuando la soledad y la oscuridad que somos nos destruye y nos anula, no hay teléfono que suene y que nos salve; no hay imagen o sonido que ayude, no hay olor, lógica o nostalgia que nos permita entender lo que ocurre, lo que vendrá en el futuro.
Con la distancia de los días [noventa y dos de cuarentena hasta hoy, para ser exactos], escribo a tientas y conforme puedo este nuevo libro; a veces no encuentro palabras para denominar lo que veo, la contradictoria sensación que me asalta al descubrirme de mañana frente a un teclado mientras afuera hay quienes se desploman en la vía pública, quienes no pueden respirar. ¿Cómo hago para transmitirle a quienes amo mi más íntimo y valioso sentir?, ¿cómo si lo he intentado enviando mensajes en vídeo que han atravesado ríos, estepas y desiertos; si he escrito y leído versos en diversos recitales y plataformas; y hasta he querido acompañar a los míos [y acompañarme] cuando arriesgan la vida en las farmacias y en las compras, en el momento en que ya no sabemos qué hacer con nosotros mismos?
El 21 de abril empecé a escribir un diario, un libro que me ha servido y me ayuda a respirar, a estar de pie, a arrastrar mis esperanzas en una tierra donde muchas veces no es posible encontrarlas. Reflexionar en medio del miedo y la incertidumbre no es sencillo; más complicado aún es capturar con palabras los pequeños momentos de felicidad que también tenemos. Hay libro, pero no hay abrazo; espero poder imprimirlo pronto para alcanzar, al menos, a quienes amo y estimo, a quienes esperan -como yo- la reapertura de librerías y espacios de cultura, nuestra pequeña patria donde es posible soñar. Con la distancia de los días, todos estamos más o menos afectados, es posible conocer mejor a quienes comparten nuestra existencia, el color de nuestros sueños.
* Augusto Rubio Acosta es poeta, narrador, periodista y gestor cultural