HOMENAJE | Jaime Guzmán Aranda, a diez años de su viaje a la eternidad
Creado el Martes, 30 de Mayo del 2023 01:24:37 pm | Modificado el 30/05/2023 01:30:02 pm

Antes de dedicarse a la literatura, como escritor y editor, el recordado Jaime Guzmán Aranda fue sociólogo y antes se encaminaba a ser arquitecto. ¿Acaso caminaba desorientado y confundido por las antiguas calles de Chimbote?
Jaime, el loco, el irreverente, el poeta, viajó a Lima cuando culminó sus estudios escolares para estudiar la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional Federico Villarreal.
Durante dos años siguió el sueño de ser un gran arquitecto e incluso siendo estudiante, ya con los conocimientos básicos en la carrera, trabajó en la elaboración de planos para algunas entidades del Estado en Chimbote.
Pero el terremoto de 1970 cambió los planes del joven Jaime, quien se vio obligado a trabajar para poder seguir estudiando debido a la golpeada situación económica de su familia. Y así fue. Volvió a la capital del Perú para estudiar Sociología en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, donde obtuvo el primer premio en los Juegos Florales, y a la vez trabajaba en el periódico (ya extinto) La Prensa.
“Él hacía de todo en La Prensa, donde publicaba artículos relacionados con Chimbote. Luego volvió al puerto y empezó a trabajar ya como sociólogo. Llegó a ejercer su carrera en Cryrza, el Organismo de Desarrollo - Áncash, la Municipalidad Provincial del Santa. Fue en ese trajín que nos conocimos, pues éramos compañeros de trabajo, y luego nos casamos”, cuenta la arquitecta Marina Guillén.
Pero Jaime no se sentía bien. El destino tenía otros planes para él. “Yo creo que no se acostumbraba a los trámites burocráticos. Sufría con esa rutina”, afirma Marina. Fue entonces que se dedicó a la promoción de libros en un Chimbote insípido y trajinado en otras actividades, menos en la lectura. Era un proyecto descabellado que solo se le podía ocurrir a un loco. Y ese loco era Jaime.
Fue así que nació Río Santa Editores, con el que marcó un antes y un después en la historia de la literatura chimbotana, pues empezó a publicar libros de manera masiva de autores locales, como Marco Merry, Fernando Cueto, Dante Lecca, Marco Cueva, Óscar Colchado. Se adelantó al Ministerio de Educación, ya que fue el primero en trabajar en lo que hoy es el Plan Lector en los colegios.
También fue el iniciador de las ferias del libro y las marchas por la lectura. Se encargó de traer a escritores importantes, como Oswaldo Reynoso, Washington Delgado, Miguel Gutiérrez, quienes, estén donde estén, recordarán aquella mítica presentación en el 2001 en el restaurante La Cochera, donde décadas atrás funcionaba “La Rosada”, el primer prostíbulo de Chimbote. El local lució atiborrado de gente.
Era él quien llevaba los libros que editaba a los centros educativos, el que repartía las invitaciones casa por casa para las presentaciones de las obras literarias, el que amanecía en el terminal terrestre para recibir a los escritores como todo buen anfitrión de las tertulias literarias.
Pero decidió ir más lejos. Se atrevió a hacer cosas locas con las que soñaba sin importarle lo que pudieran decir los demás. Por ejemplo, se encargó de realizar presentaciones de libros en lugares marginales. El 2008 es recordado por un hecho insólito que nunca se ha vuelto a repetir: Jaime presentó La santa cede, volumen de cuentos eróticos, en el burdel “Tres Cabezas” donde se congregaron escritores, periodistas, profesores y estudiantes de Literatura rodeados de parroquianos y meretrices.
También presentó el libro en el conocido bar Chissita, donde organizó recitales poéticos y tertulias literarias. Así de irreverente y soñador era Jaime, quien se convirtió en todo un personaje. Era terco y entusiasta, pues asumió la misión de que el chimbotano tenía que conocer a sus escritores, aunque al inicio no fue nada fácil.
En 1999, cuenta Marina, la municipalidad de Chimbote le negó el auditorio para presentar El retrato de Dorian Gray, de Óscar Wilde, pese a que los invitados ya estaban llegando y el escritor Oswaldo Reynoso había llegado para comentar el libro. Nadie entendía lo que pasaba, pero ordenaron que el público desalojara el ambiente.
De todas maneras, se llevó a cabo la presentación, pero en la Plaza de Armas. Reynoso no se hizo problemas, pues se subió a una silla, habló ante el público, firmó sus libros en la calle y hasta conversó con la gente.
En otra ocasión, Jaime donó libros de literatura regional a un colegio, cuyas autoridades le devolvieron al día siguiente. Estos desaires lo afectaron, pero nunca se derrumbó. “Él consiguió poner a la actividad literaria chimbotana en el mapa nacional. Influyó en mi carrera como escritor y editor. Como escritor, siempre me dijo que lo mío era la poesía y la crónica, no creía mucho en mí como narrador, y si estuviera ahora entre nosotros quizá me llamaría la atención por dejar relegada la poesía”, confiesa Ricardo Ayllón.
El escritor y editor recuerda una anécdota: “Siempre me río de la vez en que, en una feria del libro, voceaba para atraer clientes: «¿Quiere que su hijo no sea como Fujimori?, entonces cómprele un libro. ¿Quiere que su hijo no sea como Montesinos?, entonces cómprele un libro…». Luego de reflexionar un poco, me dijo medio en broma y medio en serio: «Creo que está mal lo que digo, ¿no? Porque toda esta gente más bien debe querer que sus hijos tengan plata como esos con…”.
Además de editor y promotor cultural, Jaime es autor de antologías de literatura regional y ha publicado uno que otro cuento. Pero, sobre todo, tiene una interesante producción poética: Patio de prisión (1981), En la plaza (1984), Las muchedumbres (1987), Los palaciegos (1987), Lugar de nacimiento (1992) y En la otra orilla (1999).
En una entrevista que le hice en el 2012 me dijo lo siguiente: “Yo he sido, soy y seré poeta. Puedo dejar la vida editorial en cualquier momento, pero lo que no voy a dejar es la poesía. Cuando hago poesía me olvido de almorzar, cenar y hasta de hacer el amor con mi mujer”.
Y es que su poesía ofrece una lluvia torrente de sentimientos por la mujer amada. El vate se convierte en un juglar que le cuenta sus desvaríos y secretos a esa ciudad que digiere sus reclamos y desavenencias sociales.
Muchos afirman que postergó su sueño de ser un gran poeta por dedicarse a promocionar a otros autores, pero te fuiste silenciosamente, Jaime, sin avisar. No hemos vuelto a ver a otro loco como tú saliendo de las imprentas, con un libro bajo el brazo, alistando la presentación de una nueva obra literaria en algún bar o burdel de la ciudad.
Frases acuñadas
Publicó en revistas y diarios de Áncash y Lima. Acuñó frases para la posterioridad, como “Un estudiante sin un libro es como un ceviche sin ají”, “Solo se ama lo que se conoce” y “Para dejar de ser forasteros en nuestra propia tierra, leamos lo nuestro”.
Artículo de Viscely Zarzosa Cano publicado en la página digital “Artes&Letras”