LA COLUMNA DEL DÍA | La síntesis entre la fe cristiana y la filosofía
Creado el Jueves, 22 de Junio del 2023 01:01:01 am
Él Santo Tomás da mucha importancia a la creación. El ser humano ha sido creado por Dios con razón, voluntad y libertad para poder desarrollar su propia vida. El ser humano tiene autonomía en sus actividades culturales. También los grandes principios de la verdad, del bien y de la belleza encontramos en nosotros por reflexión. Tienen un carácter metafísico. Igualmente encontramos en nosotros todas las virtudes como la justicia, la fortaleza, la templanza, el agradecimiento, la lealtad etc. Las virtudes dan el sentido a la vida humana porque ellas indican como deben ser las relaciones entre las personas. Una teología que desconoce esta relación entre ética y metafísica y se limita a una reflexión sobre las ciencias o las ideologías, nunca podrá mencionar las virtudes espirituales y tampoco la relación de fe en Dios. La filosofía es la única que puede hacer la pregunta ¿porqué existe algo? y por lo tanto puede hacer una referencia al misterio de Dios. Tomás de Aquino considera que el ser humano puede conocer los actos que conducen a su propio esfuerzo. El propio esfuerzo orienta al fin último. De esta manera la vida moral exige la creatividad y la ingeniosidad propias de la persona, origen y causa de sus actos deliberados (Suma teológica I-II, q. 71, a 6 ad 5um).
Sin embargo, la persona no encuentra una realización total en sí mismo. Sin Dios estamos reducidos a un átomo perdido en el universo u a un factor de evolución anónima. No somos agentes de toda nuestra historia. Recibimos la vocación de vivir más allá de nuestra vida terrenal en una vida divina. Esto significa que Dios no es solo alguien que ha creado al ser humano sino es un Dios que quiere además relacionarnos a la vida con Él. Dios entra en nuestra historia e invita a una relación personal con cada uno de nosotros para que podamos entrar en su historia de salvación. Este encuentro tiene con fin último la vida eterna con Dios. Nosotros no podemos lograrlo por nuestros propios esfuerzos. Para poder responder a esta invitación de Dios era necesario, en primer lugar, la creación de nosotros como seres libres y autónomos para poder aceptar o rechazar la gracia, es decir, el don de la vida con Dios. La gracia supone la creación de un sujeto libre, autónomo y con valor propio que ya tiene una relación con Dios, pero que no ha recibido la gracia de entrar en la vida con Dios. El misterio de Dios me habla por medio de una relación íntima con Dios, por medio de la realidad del mundo y por medio de las otras personas. San Agustín decía: “Dios es más intimo a mi que yo a mi mismo”.
La opción fundamental para mi vida entonces es una decisión ética. O bien reconozco mi participación espiritual en la gracia de Dios o bien declaro mi libertad como la última norma. El centro de la vida es la vida en Dios. La vida humana se somete a la prioridad de la vida con Dios. Se trata de una teología con un destino sobrenatural, es decir, transcendente a las posibilidades del ser humano. La realidad del sujeto libre se llama lo natural y nuestro destino divino se llama lo sobrenatural. Las palabras natural y sobrenatural pueden confundir porque hacen pensar en dos mundos separados y sin ninguna relación entre ellos. En realidad, se trata de un momento de creación y un momento de don o gracia. La creación también es un don, pero expresa la autonomía de la persona mientras que el don de la gracia se refiere al amor de Dios que se relaciona con nosotros como seres libres en nuestra conciencia. Libremente decidimos que Él dirige nuestra vida. El ser humano tiene dos fines: el fin natural y el sobrenatural, pero la libertad y la gracia están en una relación intima. Dios ofrece su gracia siempre a todos. Cada decisión libre de la persona, por medio de la cual el ser humano define su vida moral, es siempre una participación en la historia de salvación o un pecado de negación de la gracia ofrecida.
La gracia no elimina la autonomía, la creatividad y la responsabilidad del ser humano sino nos hace ser mejores personas. Es la tensión entre metafísica y gracia. Cristo nos enseña que el amor es el mandamiento más importante. El amor es la virtud teologal que dirige todas las virtudes hacia el bien. Sin el amor todo puede volverse egoísta hasta inclusive la justicia. De esta manera se entiende que la gracia del encuentro con Dios es la que decide sobre el sentido de nuestra vida y sobre la vida eterna. El ser humano es un creador de cultura, material y espiritual, pero en ella debe haber una referencia al misterio de Dios como fundamento de todo. No podemos hablar de una naturaleza pura porque la naturaleza del cristiano esta compenetrada por la gracia.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".