LA COLUMNA DEL DÍA | La “nueva normalidad” en salud es la “vieja normalidad” de toda la vida
Creado el Viernes, 18 de Noviembre del 2022 07:46:44 pm
Hoy quiero hablarles de un tema en el que no soy experto en lo profesional ni laboral; sin embargo, como muchos de ustedes, sí soy un experto como usuario. ¿Recuerdan cuando la pandemia estuvo en su apogeo y cundió el pánico, poniendo en evidencia la precariedad de nuestro sistema de salud? En ese entonces, tanto el sector público como privado colapsaron, de tal manera que quienes nunca se preocuparon por el sistema público de salud corearon la necesidad de una reforma integral.
Que el sistema público de salud funciona mal es algo “normal” para nosotros; lo que fue novedoso es que con la covid-19 el sistema privado tampoco pudo, y solo entonces recién causó preocupación en quienes siempre han tomado decisiones para las políticas públicas.
Las autoridades del más alto nivel, entre los que se cuentan congresistas y ministros, normalmente no han sido usuarios del sistema público de salud ya que, al gozar de seguros privados en empresas prestadoras de salud pagadas con dinero público, nunca tuvieron la necesidad de hacer cola en los hospitales del Ministerio de Salud o EsSalud. Entonces, en el peor momento de la pandemia ellos sintieron por primera vez lo que nosotros vivimos a diario, y por eso pidieron cambios.
Pero la pandemia fue pasando y las cosas fueron volviendo a la vieja normalidad, aquella en que un grupo de privilegiados se puede atender en clínicas y, por otro lado, como siempre, los que volvemos a hacer cola y a sufrir la desatención de los hospitales públicos. La llamada nueva normalidad en salud es la misma vieja normalidad de toda la vida: largas colas, esperas inacabables, falta de equipamiento, maltrato, escasez de medicamentos, etc.
Hoy me tomo la licencia de contar mi última peripecia en este ámbito. Desde hace muchos años padezco una enfermedad que me afecta la visión. El tratamiento consiste en aliviarme y controlar, porque no hay cura. Este año el mal seguía y el alivio esta vez no llegaba. Busqué otras alternativas, hasta que un joven médico en Lima se interesó en mi caso. Después de exámenes un tanto sofisticados, halló lesiones que trascendían el órgano de la visión hasta ese momento inadvertidas; sorprendido, y creo que hasta compadecido, el galeno me reprocha: “Te has descuidado, estas lesiones tienen más de diez años”. Desconcertado, no sabía si llorar o reír, y solo respondí: “¿Cómo puedo yo saber si todos estos años me puse en manos de profesionales de la medicina que nunca me dijeron ni examinaron esa posibilidad?”. Uno confía en el médico. Corría el mes de abril y allí empezó mi última travesía.
Por la característica de la enfermedad hallada y lo costosísimo del tratamiento que sería de por vida, me recomendó que recurriera EsSalud. Desde entonces tuve que iniciar con mis resonancias magnéticas y otras pruebas en mano en el Hospital de Apoyo I de Nuevo Chimbote, solo para que me transfieran al Hospital III de Chimbote, y luego de este a su vez al Hospital IV de Trujillo.
Por la complejidad del mal, fui hospitalizado de inmediato con la advertencia de que “eso dirán en Lima, acá nosotros haremos los exámenes”. Así, durante el mes de junio, permanecí durante 13 días en un hospital de nivel IV de EsSalud; algunos días tomaban pruebas, otros días simplemente no se hacía nada. Los exámenes en su gran mayoría no fueron cubiertos por el hospital. Después de un traumático último examen, fui dado de alta; supuestamente en unas horas o máximo dos días me repondría; al final me tomó doce días. Mi licencia por enfermedad culminó, pero fue ampliada 30 días más hasta que lleguen los resultados que los hacían fuera del país. Se volvió a vencer y me mandaron a mi casa, sin que la junta médica estableciera ningún diagnóstico.
La primera vez, poshospitalización, me atendió el mismo médico que me había hospitalizado, pero con una actitud diferente. Me indicó que, ante el desfase de la licencia con la citación, cualquier médico de la especialidad me atendería, pues al haberlo tratado en junta médica conocía mi caso. Así lo hice: hablé con uno de ellos, pero este no solo no quiso atenderme, sino que dijo desconocer mi caso y me pidió que “espere”, que “ya me dirán” y que “ese era mi problema, que “él no se acuerda”.
Experimenté lo que miles de personas sufren en los hospitales a diario: maltrato. Por suerte, trabaja allí un especialista coishqueño que todo el tiempo fue muy amable y dio muestras de profesionalismo. Finalmente, me devolvieron al consultorio de origen que, a su vez, me devolvió a la especialidad que me hospitalizó, y así hasta hoy.
Mientras los médicos se pelotean –o mejor dicho, me pelotean–, mi mal sigue, y al no haber diagnóstico, tampoco hay tratamiento. Siete meses después de acudir a mi seguro público de salud, hoy estoy como al comienzo.
Así las cosas, con la esperanza de que me ayuden con el diagnóstico para luego buscar el tratamiento, volví con el médico que descubrió la enfermedad y llevé mi historia clínica de EsSalud. Allí recién me enteré de que varios exámenes no habían sido realizados por “falta de reactivo”.
Hoy he contado mi historia que, definitivamente, no es la peor. Tuve la posibilidad de ser atendido, de poder pagar los exámenes y tengo voz para hacerme escuchar y protestar; miles o tal vez millones ni siquiera tienen esa posibilidad. Estoy seguro de que hay historias mucho peores que la mía; hay quienes son mal atendidos o maltratados, y otros ni siquiera eso: viven enfermos sin saberlo, o mueren sin saber por qué.
Mientras esto pasa, nuestros gobernantes solo se dedican a pelear por el poder, disfrutando de sus privilegios, y no sorprende que no les interese cambiar esta situación. Pero, si a nosotros sí nos afecta, ¿qué estamos haciendo al respecto? ¿Seguiremos callados y solo mirando? ¿O actuamos como ciudadanos de verdad?
Walter Castro Juárez · Miguel Arista Cueva - Columna Del Día - 18 - 11 - 2022* Miguel Arista Cueva es docente y abogado. Consultor, conferencista, especialista en gestión pública, educación y derecho administrativo. Fue director regional de Educación de Áncash y del Colegio de Alto Rendimiento de Cajamarca.