LA COLUMNA DEL DÍA | La Filosofía del bien
Creado el Jueves, 11 de Mayo del 2023 01:01:01 am

Aristóteles (384-322 a.c.) es el gran representante de la filosofía que ubica el bien como la noción central de la ética, ligado a la noción de la felicidad. El bien es el fin de todo. “Es lo mismo vivir bien y obrar bien que ser feliz”. La ética está estrechamente ligada a la felicidad. La tarea del hombre es una actitud esencial de bondad que influye en todas sus actividades.
Aristóteles fue el primer filósofo que formuló la pregunta: ¿Cómo uno se adquiere las virtudes o los valores? Él contesta: No se trata, en primer lugar, de cumplir normas sino de definir la vida que uno desea. El hombre tiene el deseo de realizarse, tiene el deseo del bien. Por ejemplo, un joven que desea ser futbolista ha escogido un proyecto de vida, sobre la base de la cual elige las normas que le van a permitir su realización: entrenamientos diarios, evitar el licor, dieta apropiada etc. Otro ejemplo es el estudiante que desea una profesión. La profesión le indicará la norma de dedicar mucho tiempo al estudio. Todas estas personas no sienten las normas como frías, impuestas desde afuera de manera arbitraria, sino como valores que les permiten lograr los fines de su buena vida. Las obligaciones vienen después de haber escogido la vida que uno desea.
Sin embargo, no es suficiente el deseo del bien o la tendencia al bien. Lo más importante es la capacidad que tiene el ser humano de escoger entre le bien y el mal por medio de la razón. No existe un determinismo como pensaba Sócrates y Platón sino una elección libre. El ser humano puede perder su humanidad por el mal uso de su libertad. Aristóteles da también mucha importancia a las emociones porque son los motores de nuestra vida que apoyan la razón y la voluntad.
Aristóteles dice que la razón escoge las virtudes morales que nos orienten hacia el bien como justicia, fortaleza, templanza, magnanimidad, dulzura, veracidad, amistad, indignación, equidad. Este ser humano goza con el bien y rechaza los placeres que hacen daño a su bien. Por siempre escoger el bien, el valor se vuelve costumbre y se llama virtud. Sin embargo, estas virtudes morales deben ir acompañadas por una virtud intelectual, llamada la prudencia o el conocimiento práctico. Esta virtud intelectual delibera como se aplica el bien en las diferentes situaciones. Por ejemplo, el cuchillo es un bien para comer, pero no se permite el uso a un niño.
Las virtudes adquirimos no tanto por aprender una teoría del bien sino principalmente por el buen ejemplo de los padres, de los docentes, de los líderes políticos y por practicar el bien. Aristóteles afirma que el matrimonio es agradable cuando varón y mujer tengan dignidad. Dignidad significa practicar los valores. Se aprende los valores en la familia. Los hijos reciben el amor de sus padres y aprenden a amarlos. Posteriormente podrá extenderse a los hermanos, familiares y a todos en la sociedad. “No es, pues de poca importancia contraer desde la infancia y lo más pronto posible tales hábitos; por el contrario, es éste un punto de muchísimo interés, o por mejor decir, es todo”. (Aristóteles, Ética Nicómaco, II, I). La política necesita el apoyo emocional de los que aprendieron las virtudes en la familia. Aristóteles observa que con ella se reducirá al mínimo los enfrentamientos civiles (Aristóteles, Política, II,4).
Aristóteles entiende a la sociedad política como el bien superior y afirma que el hombre solo puede realizarse en la sociedad. El fin principal de la sociedad es promover las personas a una vida buena, desarrollar las capacidades y las virtudes, participar en el gobierno y preocuparse para el bien de todos. El ser humano puede también experimentar un bien que no se refiere a su felicidad sino a la de otros. La felicidad no puede depender de una obsesión de satisfacción. Se necesita una evaluación en su conjunto. La insatisfacción controlada no lleva a la autodestrucción. La felicidad del otro es también una felicidad para uno. “Pues la decisión de vivir en común es amistad. Hay que suponer que la comunidad política tiene por objeto las buenas acciones y no solo la vida en común” (Política, III y IX). “Si uno fuera carpintero, otro campesino, otro zapatero y otro algún oficio similar, y fueron unos diez mil en número, pero no se comunican nada más que asuntos como el comercio y la alianza militar, tampoco en ese caso hay una ciudad” (Política, III,9). Si todas las instituciones y los individuos siguen limitados a su carácter parcial, no podemos hablar de una verdadera comunidad política. “Fin de la sociedad es, por tanto, el bien vivir, y todo esto está orientado hacia un fin. La ciudad es la asociación de familias y aldeas para una vida perfecta y autosuficiente. Y esta, es, la vida feliz y bella. Y tal cosa es fruto de la amistad. Pues la decisión de vivir en común es amistad” (Política, III,9).
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".
