LA COLUMNA DEL DÍA | EL Fin de la cultura
Creado el Jueves, 27 de Abril del 2023 01:01:01 am
No se habían dado cuenta de las consecuencias de la negación de la existencia de Dios para poder construir una ética de la autonomía absoluta del hombre. Los valores se habían quedado sin ningún fundamento. No se dieron cuenta de que los valores tradicionales tienen su fundamento exclusivamente en Dios. Puesto que Dios no existe, afirma Sartre, el hombre está condenado a la libertad, una libertad sin normas. La separación entre ética y religión ha llevados a una desintegración de la ética porque el universo es indiferente.
El filósofo, uruguayo, Alberto Methol Ferré considera que la idea del “individuo” surgida en la historia europea como el núcleo de la construcción de la sociedad ocupa un lugar central en la filosofía moderna. El individuo se siente realizado cuando no es coherente consigo mismo ni con los demás porque se siente libre. Ya no existe una relación personal. Se elimina el tú. No interesa quién es el otro. Él no estima el bien por el bien sino él decide lo que es el bien y el mal. Se cae en un subjetivismo que goza sin normas. Él pervierte la belleza del amor por romper su unidad con la verdad y el bien. Algo bello separado, se vuelve esteticismo, vitalidad puro que afirma el placer a toda costa.
El hombre libertino no cuestiona a la sociedad, sino que usa la democracia para una reivindicación del placer de cada uno, desentendiéndose de los demás. El libertino no cree en la justicia, la verdad y el bien. No tiene causas que defender. Por romper toda relación humana, destruye al otro y reclama violencia tras violencia. Al final se vuelve cómplice de la injusticia.
Actualmente nuestro mundo secularizado se otorga a sí mismo una independencia absoluta. Este individuo se imagina autónomo, pero obedece a la cultura de la vulgaridad ofrecida por los intereses económicos sin valores. Sus deseos están manipulados por las ofertas materiales del poder dominante para gastar su dinero sin criterio. La autonomía secular necesita también escuchar e incorporar el anuncio del amor para no terminar en una auto-suficiencia con consecuencias relativistas, violentas y perversión. El materialismo considera que la naturaleza es la base de nuestro conocimiento y este conocimiento es el científico. La cultura sería subjetiva y no tendría valor cognoscitivo. La cultura perdería el contacto con la realidad y se resolvería en un juego de interpretaciones, una cacofonía.
La teología afirma que la naturaleza es una creación de Dios. Cultura y naturaleza participan en la revelación de Dios. La naturaleza está dada por Dios y Dios está presente en el pensar y actuar del hombre. No hay un dualismo entre naturaleza y cultura. La naturaleza es la cultura divina y la cultura es la naturaleza no como un hecho sino como un don. La investigación científica conforme a las normas morales, nunca será contraria a la fe (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, n.36). El hombre está ligado a la materia por su cuerpo, pero la transciende por su inteligencia y su libertad que elevan la materia y el cuerpo a nivel cultural. La ciencia y la tecnología no pueden prescindir de la cultura para lograr su buen desarrollo y uso. Dos ejemplos sencillos que demuestran la falta de cultura: llenar el mar de plásticos y fabricar armamento nuclear.
En Jesucristo el mundo adquiere una nueva dignidad. Cristo da vida al mundo y vence la muerte. Dios nos ha llamado al amor por medio del misterio de Cristo. Previo a la igualdad somos un don que recibe su sentido por ser amado y por amar. Cristo cambia los criterios mundanos. En lugar de la preferencia para el poder, la riqueza y la belleza, El señala quienes son los prójimos preferidos de Dios. Son los enfermos, presos, pobres, el hijo pródigo que se arrepienta, el forastero, es decir los hermanos más pequeños Mateo, 25: 35,36,40).
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".