Santa Catalina de Génova
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:24:27 pm
los "Diálogos entre el Alma y el Cuerpo", y el "Tratado sobre el purgatorio". Las actuales biografías, mayormente traducciones o adaptaciones de una antigua biografía Italiana basada en las "Memorias" contadas por la santa a su confesor y amigo, mezclan hechos de su vida personal con acontecimientos de su estado y "doctrina" sobrenatural, sin preocuparse por secuencias, y de un modo casi casual, que lo subordina casi por completo a su historial psicológico.
Los padres de Santa Catalina fueron Jacobo Fieschi y Francesca di Negro, ambos de nobles familias. Dos Papas -- Inocencio IV y Adriano V - salieron de la familia Fieschi, y el mismo Jacobo llego a ser Virrey de Nápoles. Se la describe como una niña prodigio, muy abocada a sus oraciones, y con un maravilloso amor por la Pasión de Cristo y las practicas penitenciales *. También como una niña serena, simple, y sumamente obediente. Cuando a los 13 años intento entrar al convento, las monjas con que había hablado su confesor se rehusaron aceptarla debido a su corta edad, y sencillamente abandono la idea. A los 16, se caso por arreglo de su padre con un joven noble Genovés llamado Giuliano Adorno. Su matrimonio pronto se volvió miserable; Giuliano probó ser no creyente, de temperamento violento, y pródigo, e hizo a Santa Catalina miserable. Los datos son escasos, pero al parecer, Catalina habría pasado los primeros cinco años de su matrimonio en silencio, melancolía y sumisión a su marido; luego, por los siguientes cinco años, comenzó a abrirse un poco al mundo para buscar consuelo. Sus distracciones eran mayormente inocentes; siempre las mismas, destinadas, como ella, a una vida extraordinaria, que tuvieron en su caso, un efecto de desinterés, que la hundieron en un intenso tedio, y que ella rezaría preocupada para que volviera a su viejo fervor.
Luego de diez años de matrimonio, llegaría el suceso de su vida, en respuesta a sus plegarias. Un día fue llena de melancolía, a un convento en Génova a donde se hallaba su hermana, que era monja. Recibió una carta proponiéndole ver al confesor del convento, Catalina aceptó. Sin embargo, tan pronto como entró en el confesionario, un rayo de luz divina le perforó el Alma y en un instante le manifestó todo su pecado y todo el amor de Dios con la misma claridad. La revelación fue tan intensa que ella perdió el conocimiento y calló en una especie de éxtasis, por un tiempo en que su confesor pareciera haber estado distraído. Cuando él volvió sobre sí, Catalina apenas pudo murmurar que pospondría su confesión, y volvió a su casa inmediatamente.
Desde el momento de aquella repentina visión de ella y Dios, la vida interior de la Santa parece nunca haber cambiado, excepto por las variaciones de intensidad y acompañada de una penitencia mas o menos intensa, de acuerdo lo que ella necesitara según el Espíritu Santo.. Nadie podría haberlo descrito sino ella misma; y de hecho lo hace, minuciosamente en sus escritos, de los cuales hemos hecho algunos extractos: -- "Las almas del purgatorio lo ven todo, no en si mismas, ni por si mismas sino en tanto que están en Dios, en quien están mas atentos que a sus propios sufrimientos. Con la mas mínima visión que tengan de Dios compensa todo el sufrimiento y toda la alegría que se pueda concebir. Con todo su alegría en Dios no disminuye su dolor. Todo este proceso de purificación que veo a que están sometidas las Almas del purgatorio, lo siento en mi." (Tratado sobre el Purgatorio, XVI, XVII.). Por cerca de veinticinco años, Catalina, aunque confesándose con frecuencia, no pudo abrir su mente a la dirección de ningún hombre, pero hacia el final de su vida, el Padre Marabotti habría sido su director espiritual. A él ella le contó sobre sus estados, pasados y presentes, completos, y él escribió las "Memorias", basado en su intimo conocimiento personal de ella. Sobre su vida exterior luego de este hecho, sus biografías nos cuentan básicamente dos cosas: que ella logró convertir finalmente a su marido en 1497; y que ambos, antes de su muerte -- y en especial más completamente después - ella entregó su vida para cuidar a los niños enfermos del gran Hospital de Génova, a donde eventualmente llegó a ser encargada y tesorera.
Murió entregada a los labores del cuerpo y del alma, y consumida, incluso físicamente, por los fuegos del Amor Divino que habitaban en ella. Fue beatificada en 1675 por Clemente X, y recién fue canonizada en 1737, por Clemente XII. Mientras tanto, sus escritos fueron examinados por la Santa Sede y se anunció que la doctrina que contenía era suficiente para aprobar su santidad.
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