Sabías que?
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:27:59 pm
Precisamente por eso no puede permanecer indiferente ante el hecho de que muchos de ellos no conocen la plena manifestación del amor de Dios en Cristo. De aquí nace principalmente, obedeciendo el mandato de Cristo, el impulso misionero ad gentes, que todo cristiano consciente comparte con la Iglesia, misionera por su misma naturaleza. Es un impulso sentido sobre todo por los miembros de los Institutos, sean de vida contemplativa o activa[186]. Las personas consagradas, en efecto, tienen la tarea de hacer presente también entre los no cristianos[187] a Cristo casto, pobre, obediente, orante y misionero[188]. En virtud de su más íntima consagración a Dios[189], y permaneciendo dinámicamente fieles a su carisma, no pueden dejar de sentirse implicadas en una singular colaboración con la actividad misionera de la Iglesia. El deseo tantas veces repetido de Teresa de Lisieux, « amarte y hacerte amar »; el anhelo ardiente de san Francisco Javier: «Así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta de que Dios, nuestro Señor, les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro de sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: "Aquí estoy, Señor, ¿qué debo hacer? Envíame a donde quieras"»[190]; así como otros testimonios parecidos de innumerables almas santas, manifiestan la irrenunciable tensión misionera que distingue y caracteriza la vida consagrada.