La Palabra del día 11 de julio del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:15 pm
pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo no cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo".Reflexión. Los discípulos son enviados a la misión por el Señor con todo el aliento y su fuerza.
1. No tener miedo. En el AT Dios animaba a sus elegidos a no tener miedo ante las dificultades de la misión que les encomendaba, les aseguraba su presencia y su protección. Jesús hace lo mismo con sus discípulos, además, antes que ellos experimenten esas tribulaciones, las enfrentará Él.
2. Cuidado del Padre. El Señor asegura a sus Apóstoles que su seguridad está garantizada por el Padre del cielo. Esto debe darles serenidad, porque Dios vela por ellos en cada instante, al punto de tener en cuenta cada cabello de la cabeza. Todo esto para que sean valientes y decididos en su trabajo apostólico.
- Este mismo aliento sigue dando el Señor a sus discípulos de hoy. No tengamos temor de ser instrumentos de la difusión de su Reino en nuestro mundo, comenzando por nuestra familia. Ten un feliz día.
Primera Lectura: Génesis 49,29-32;50,15-26ª. En aquellos días, Jacob dio las siguientes instrucciones a sus hijos: "Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita, la cueva del campo de Macpela, frente a Mambré, en Canaán, la que compró Abrahán a Efrón, el hitita, como sepulcro en propiedad. Allí enterraron a Abrahán y Sara, su mujer; allí enterraron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí enterré yo a Lía. El campo y la cueva fueron comprados a los hititas." Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos. Al ver los hermanos de José que había muerto su padre, se dijeron: "A ver si José nos guarda rencor y quiere pagarnos el mal que le hicimos." Y mandaron decirle: "Antes de morir tu padre nos encargó: "Esto diréis a José: Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal que te hicieron". Por tanto, perdona el crimen de los siervos del Dios de tu padre." José, al oírlo, se echó a llorar. Entonces vinieron los hermanos, se echaron al suelo ante él, y le dijeron: "Aquí nos tienes, somos tus siervos." Pero José les respondió: "No tengáis miedo, ¿soy yo acaso Dios? Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien, para dar vida a un pueblo numeroso, como hoy somos. Por tanto, no temáis; yo os mantendré a vosotros y a vuestros hijos." Y los consoló, hablándoles al corazón. José vivió en Egipto con la familia de su padre y cumplió ciento diez años; llegó a conocer a los hijos de Efraín, hasta la tercera generación, y también a los hijos de Maquir, hijo de Manasés; los llevó en las rodillas. José dijo a sus hermanos: "Yo voy a morir. Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob." Y los hizo jurar: "Cuando Dios cuide de vosotros, llevaréis mis huesos de aquí." José murió a los ciento diez años de edad.
Salmo Responsorial: 104. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas. R. Gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. R. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R.
CONOZCAMOS A SAN BENITO DE NURSIA
Padre del monasticismo occidental, abandonó Roma y el mundo para evitar la vida libertina de la ciudad. Vivió como ermitaño muchos años en una región rocosa y agreste de Italia. En Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, residía por aquél tiempo, una comunidad de monjes, cuyo abad había muerto. Decidieron pedirle a San Benito que ocupara su lugar. Al principio se negó, pero cedió ante la insistencia. Pronto se puso en evidencia que las estrictas nociones de disciplina monástica que observaba, no se ajustaban a ellos, porque quería que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas. El mismo día retornó a Subiaco, no para seguir llevando una vida de retiro, sino con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante esos tres años de vida oculta. No tardaron en reunirse a su alrededor los discípulos atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos.
San Benito se encontró entonces, en posición de empezar aquél plan de "reunir en aquél lugar a muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo rebaño según su propio corazón, para unirlos en una casa de Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al nombre de Dios" Por lo tanto, colocó a todos los que deseaban obedecerle en los 12 monasterios de madera, cada uno con su prior. El tenía la suprema dirección sobre todos y vivía con algunos escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado.
A causa de algunos problemas con el sacerdote Florencio, se trasladó a Monte Cassino. En esta región, sobre las ruinas del templo de Apolo, -al que los habitantes de este lugar rendían culto antes de su llegada- construyó dos capillas y la abadía de Monte Cassino, alrededor del 530. De aquí partió la influencia que iba a jugar un papel tan importante en la cristianización y civilización de la Europa post-romana. Fue tal vez durante este periodo que empezó a concretizar su Regla, la que está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su propia voluntad, tomen sobre sí "la fuerte y brillante armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de Cristo, nuestro verdadero Rey". Prescribe una vida de oración litúrgica, estudio, y trabajo, llevado socialmente, en una comunidad y con un padre común.
San Benito vaticinó el día de su muerte; el último día recibió el Cuerpo y la Sangre del Señor. Fue enterrado junto a santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se levantaba el altar de Apolo que él mismo destruyó, en Monte Cassino.
La cruz-medalla de San Benito debe su origen a la gran devoción que el Santo y data de una época muy antigua. El Santo recomendaba el uso de la misma a sus discípulos para vencer las tentaciones, ahuyentar al demonio y obrar maravillas.
La medalla tiene dos caras, por un lado está la imagen del Santo Patriarca, y por el otro, una cruz, que a su alrededor lleva una letras que son iniciales de la oración: Crux Sancti Patris Benedicti (Cruz del Santo Padre Benito), Crux Sacra Sit Mihi Lux (Mi luz sea la Cruz Santa), Non Draco Sit Mihi Dux (No sea el demonio mi guía), Vade Retro Satana (¡Apártate, Satanás!), Numquam Suade Mihi Vana (No sugieras cosas vanas), Sunt Mala Quae Libas (Pues maldad es lo que brindas) Ipse Venena Bibas (Bebe tu mismo el veneno).
Por muchos años, esta devoción fue exclusiva de los monasterios benedictinos; pero posteriormente se propagó luego que el joven Bruno quien fuera más tarde el Papa León IX se curara milagrosamente de una enfermedad.