Hoy día celebramos a Santa Gemma Galgani
Creado el Domingo, 10 de Abril del 2016 07:56:51 am | Modificado el 11/10/2021 04:38:07 pm
La historia de esta santa, tan cercana a nosotros por el tiempo (1878-1903) y por las costumbres de la vida cotidiana, tiene cosas increíbles por los fenómenos místicos de que fue protagonista.
En ciertos períodos de su atormentada vida soportó vejámenes de toda clase. El demonio se le aparecía hasta bajo la figura del confesor para sugerirle obscenidades. Otras veces se le aparecía como un ángel luminoso; cuando se veía desenmascarado, desaparecía en una gran llama roja dejando en el suelo una estela de ceniza. A veces la golpeaba y la dejaba exánime en el suelo, en donde la encontraban con el rostro tumefacto y con los huesos dislocados.
Pero la animaba a menudo la compañía de Cristo, de la Virgen y de su ángel custodio. Así narró ella misma, por obediencia, los acontecimientos que precedieron el misterioso fenómeno de los estigmas: “Era la noche del 8 de junio de 1899, cuando de repente siento un dolor interno de mis pecados... Apareció Jesús, con todas las heridas abiertas; pero de esas heridas ya no salía sangre, sino que salían unas como llamas de fuego, que vinieron a tocar mis manos, mis pies y mi corazón. Creí morir...”.
Las llagas que se habían abierto aparecían cada semana de las ocho de la noche del jueves hasta las tres de la tarde del viernes, acompañadas con el éxtasis. Ante estos fenómenos misteriosos, que fueron pronto motivo de curiosidad de los vecinos de Lucca en donde vivía Gema, la gente comenzó a llamarla: “la niña de la gracia”. Era una jovencita crecida rápidamente y madurada por la experiencia del dolor.
Era hija de un farmacéutico de la provincia de Lucca, y cuando tenía ocho años perdió a la madre. Cuidaron de ella los siete hermanos. Pocos años después murió también el padre y ella, curada prodigiosamente de una grave enfermedad que la atormentaba, pidió entrar al convento, pero su petición fue rechazada. Fue recibida en casa del caballero Mateo Giannini, y allí llevó una vida muy retirada, serena y obediente a las directivas del padre espiritual y de las Hermanas pasionistas que se preocuparon de ella. Debajo de los guantes y del modestísimo vestido ocultaba los signos de su participación en la pasión de Cristo.
Mientras tanto las manifestaciones de su santidad habían superado los límites del barrio y de la ciudad. Muchos, que habían ido a su casa movidos por la curiosidad, salían transformados en su espíritu. La enfermedad ósea que la había atacado desde muy joven volvió a aparecer y la hacía sufrir atrozmente. Comprendió que su calvario estaba por terminar. Pero en su humildad no creía haber pagado suficientemente con la moneda del sufrimiento el privilegio de haber sido asociada a la pasión de Cristo.
Murió a los 25 años, el 11 de abril de 1903. era la mañana del sábado santo.
Canonizada por S.S. Pío XII el 2 de Mayo de 1940.
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