LA COLUMNA DEL DÍA | Tragedia y lectura del lugar donde nací
Creado el Lunes, 6 de Enero del 2020 09:22:43 am
En los tiempos violentos que vivimos, épocas líquidas en que todo se consume, se rompe o se desecha, quizá no sea buena idea insistir en asuntos que muchos afirman son reiterativos, incomprensibles e inútiles, por estar vinculados a pensamientos y discursos críticos, a la capacidad de explorar lo racional e irracional como método de conocimiento. Desde el margen, que es donde me desenvuelvo, la ciudad donde nací es una tragedia, una herida abierta en el mejor de los casos, una anécdota angustiante que la mediocridad se esmera en ensalzar apagando incendios momentáneos y maquillando la realidad social al calor de cebiches, maruchitas y falacias sin nombre.
El destino de la ciudad cambiará cuando la gente se eduque. Pero decir que no existe otro camino, otra prioridad para poder desarrollarnos, es inútil en una sociedad como la nuestra donde las estructuras, la inteligencia, las ideas y los lazos humanos son frágiles; es un insulto además -y es en vano- porque nadie te escucha. Es como si los ciudadanos y quienes conducen el destino de nuestros pueblos no observaran los cambios y consecuencias del mundo en que vivimos, ni examinaran las estrategias vitales para contrarrestarlos. Así, la urgencia de entregar ideas capaces de conectar nuestra época con la imaginación y la experiencia de la vida que –por ejemplo- traen consigo el libro y la lectura, caen en saco roto, en cerebro quebrado.
Son miles los niños pobres a quienes nadie en su hogar o en su escuela les ha leído un libro o siquiera un cuento en su vida. Ahí está viva la desigualdad, la tragedia, en el acceso a la cultura escrita se está decidiendo el futuro de las grandes mayorías y somos indiferentes a ello. Volver al libro es una urgencia; enseñar a leer, porque la lectura se aprende, no viene hecha. Y hay placeres que hay que enseñar. Comprender también es un placer y no está atado al espectáculo, al entretenimiento; es otro tipo de placer: el del hecho artístico y estético, el que se siente cuando uno comprende algo.
El destino de la ciudad donde nací cambiará cuando se diseñen e implementen adecuadamente políticas públicas de fomento del libro y la lectura de alta calidad. Sin libros a la mano (diversos, bien elaborados y editados, de gran contenido), sin una red de bibliotecas y sin maestros y mediadores de lectura (gente con vocación que es necesario capacitar permanentemente), nada cambiará. Todo se sostiene sobre ello, de ahí parte y a ese lugar regresa todo. Más allá del hábito que hay que formar, la lectura es una experiencia; a ella se ingresa y de ella se sale totalmente cambiado.
*Augusto Rubio Acosta es escritor, gestor cultural y comunicador social
Foto: Universidad de Etac
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