LA COLUMNA DEL DÍA | LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y LA VIDA ECONÓMICA
Creado el Jueves, 18 de Mayo del 2023 01:01:01 am

No se trata de una ideología que pretende explicar toda la realidad y cómo se debe transformarla al servicio del ser humano. La Iglesia ofrece solo algunos principios.
1. La Subsidiaridad.
La acción del Estado y de los demás poderes públicos debe conformarse al principio de subsidiaridad y crear situaciones favorables al libre ejercicio de la actividad económica. La doctrina social de la Iglesia considera la libertad de la persona en el campo económico un valor fundamental. La negación de tal derecho en nombre de una pretendida “igualdad” de todos destruye la subjetividad creativa del ciudadano. China aprendió del fracaso de la URSS y respeta este principio. El libre mercado proporciona beneficios en presencia de un Estado que oriente la dirección del desarrollo económico. La subsidiaridad está en la doctrina social de la Iglesia desde la primera encíclica de León XIII, Rerum Novarum.
2. El Mercado.
La Iglesia valora la actividad económica. El mercado es el mejor instrumento para el desarrollo económico. La sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo contradice las relaciones humanas. El libre mercado es el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. El problema es que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza sino por una ideología que no lo respeta o por egoísmo y corrupción.
La empresa debe servir al bien común y el Estado tiene la obligación moral de imponer restricciones cuando no se persigue este fin. Hay una diferencia entre el justo beneficio y la usura. La propiedad privada se justifica para cuidar y acrecentar los bienes para el bien común, o sea, el aporte obligatorio a los pobres. La tarea fundamental del Estado en el ámbito económico es definir un marco jurídico para regular las relaciones económicas. Los impuestos y el gasto público asumen una importancia económica porque el mercado debe sujetarse a finalidades morales.
3. La globalización.
La globalización no es ni buena ni mala. Refugiarse en nacionalismo no es una solución. Oponerse ciegamente a la globalización sería una actitud errónea, con el riesgo de perder las múltiples oportunidades de desarrollo que ofrece y la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha viso antes. Es muy importante la innovación tecnológica en todos los países para no quedarse irrelevantes. La ayuda importante que se debe a los países en vías de desarrollo es favorecer el ingreso de sus productos en los mercados internacionales. La riqueza de los países está en la exportación porque su mercado interno es muy pequeño. Pero si se gestiona mal, la globalización puede incrementar la pobreza y la desigualdad. A pesar de que se ha colaborado con algunos países en vía de desarrollo podemos comprobar que otros parecen sacrificables en beneficio de una selección apoyada por una tendencia tecnócrata que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. El conflicto actual es de carácter moral.
Los papas han reclamado la importancia de criterios éticos que deberían orientar las relaciones económicas internacionales. El libre intercambio sólo es equitativo si está sometido a las exigencias del Bien Común.
4. El desarrollo depende de la responsabilidad humana.
No se puede dudar de la preocupación y de los logros en el siglo XX para erradicar la pobreza. El cambio sustancial en la historia fue la gratuidad de Educación y Salud para todos en muchos países. También facilitó la adquisición de la vivienda propia. Sin embargo, siguen fuertes desigualdades entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. Siguen también la corrupción y explotación en la vida interna de muchos países. Un Estado que no se rigiera según la justicia se reducirá a una gran banda de ladrones, dijo una vez San Agustín.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".
