LA COLUMNA DEL DÍA | ¿Qué estamos enseñando y para qué?
Creado el Viernes, 20 de Octubre del 2023 03:28:42 pm
Me enseñaron que lo único permanente en Educación es el cambio; sin embargo, parece que ese aprendizaje no les llegó a todos, sobre todo a quienes deciden las políticas educativas. Bajo esa premisa, cabe preguntarse: ¿qué y para qué estamos enseñando?
Desde la revolución industrial, el sistema educativo educaba en base a objetivos que procuraban formar estudiantes obedientes, acostumbrados, primero, a los trabajos manuales, a la rutina y, luego, a la automatización que les permitía trabajar eficientemente en las emergentes fábricas que demandaban mano de obra para obreros y operarios. Así permaneció el sistema educativo hasta el siglo XX, con alguna que otra modificación que requería una leve mejoría en la formación intelectual para afrontar la tecnificación.
La llegada de internet nos rebasó; iba avisando, pero, como siempre, la reacción lenta de los responsables de la Educación ocasionó que las metodologías quedaran obsoletas; había que reinventarse, pero eso no ocurrió como se necesitaba. La implementación de las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) suponía que enfrentaría la situación, pero solo consistió en unas cuantas horas de trabajo en computadora; para los que tuvieron suerte, alguna implementación; otros, ni eso. En esencia, las demandas sociales cambiaron, pero la oferta educativa se mantuvo con maquillaje.
Tras la revolución tecnológica y la presencia del internet, las demandas sociales y laborales cambiaron significativamente; sin embargo, la oferta educativa se limitó a cambiar solo de forma; mantuvo su esencia. La implementación de tecnología hizo que en el mercado laboral haya menos demanda de mano de obra, y la escuela, con excepción de alguna tarea en computadora, se quedó fuera de foco y, así, siguió con estudiantes que salen de la secundaria y no encuentran trabajo, y los que acceden a la educación superior, en su mayoría, pugnan por un trabajo dependiente.
Conscientes de que formar para empleos dependientes promueve el “emprendedurismo”, hay que formar emprendedores que creen su propia fuente de trabajo, decían, y para eso se utiliza el mismo curso, asignatura, área o como le llamen, que supuestamente los forma para eso con tres horas semanales. Lamentablemente, no hay un estudio que demuestre que esta medida tampoco logró su cometido y, si hubiera alguno, seguro estoy que nos demostraría que no fue suficiente.
No nos hemos acomodado aún para dar respuesta adecuada a la sociedad de la información, a la revolución tecnológica, y cuando en los colegios no llega aún el internet y mientras nuestro sistema educativo funciona casi como en los inicios del siglo XX… ¡zas!, ya está entre nosotros la inteligencia artificial. Frente a eso, miramos para un lado y, como siempre, hacemos como si nada estuviera pasando, hasta que el patrón nos diga que ya es tiempo de cambiar, aunque sea en apariencia.
Había un tiempo en que se nos enseñaba que lo único permanente en Educación es el cambio, en que se formaban profesores para ser agentes promotores de cambio para la transformación histórica y trascendental de la sociedad, en que se promovía que hay que levantar la voz y atreverse a proponer cambios. Hoy el mayor mérito es que el patrón Estado te felicite por ser obediente y seguir formando, sumiso, que no cambie nada hasta que ellos así lo quieran. Atrás quedaron los tiempos en que se formaba con esa mística por servir, sobre todo, al estudiante y a la sociedad, y no al ministerio, que es ahora su única aspiración.
Hoy los estudiantes son nativos digitales; aun sin mucha práctica, superan largamente a sus maestros en el uso de tecnologías, y eso es normal. Lo que no es normal es que sigamos insistiendo en tareas o actividades rutinarias que las resuelve algún aplicativo o la inteligencia artificial. ¿Acaso no lo sabemos? Pero estamos esperando a que el Ministerio de Educación nos diga: oigan, hay que cambiar, porque lo que veníamos haciendo ya no sirve.
Si a usted le venden algo, ofreciéndole que será útil, y luego no le sirve, ¿acaso no se siente engañado o estafado? Del mismo modo, ¿tiene sentido seguir enseñando algo que sabemos que no sirve? ¿Estudiamos tantos años para solo esperar a que nos digan lo que ya estamos viendo? ¿Usted qué opina?
* Miguel Arista Cueva es docente y abogado. Consultor, conferencista, especialista en gestión pública, educación y derecho administrativo. Fue director regional de Educación de Áncash y del Colegio de Alto Rendimiento de Cajamarca.