LA COLUMNA DEL DÍA | Por recibir amor el hombre llega a entender el sentido de la vida.
Creado el Jueves, 23 de Mayo del 2024 01:01:01 am
La moral no es entonces en primer lugar, una conciencia de los deberes sino transmitir a los prójimos la gracia de la vida nueva recibida por Dios. Leemos en Efesios, 3,20: “A Dios, cuya fuerza actúa en nosotros y que puede realizar mucho más de lo que pedimos o imaginamos, a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos.” La persona, la familia, el estudio, el trabajo y la política no son solo objetos materiales sino la gracia los eleva a una relación de amor, fraternidad. El principio actual de la igualdad no es suficiente. La autonomía secular de la igualdad necesita también incorporar la fraternidad para no terminar en una auto-suficiencia con sus consecuencias de egoísmo, envidia, hedonismo y violencia.
La respuesta de Dios a nuestra pregunta por el deseo de la felicidad consiste en invitarnos a entrar en su vida. Escuchamos la palabra de Dios como una respuesta completa a nuestros deseos más profundos. Cuando nosotros fallamos a veces, Dios nos da siempre la oportunidad de recomenzar. Sin embargo, no podemos por nosotros mismos lograr esta realización. Se presenta como una respuesta gratuita a nuestro pedido. Esta respuesta llamamos gracia. El deseo más profundo de cada ser humano se dirige a esta gracia. Este deseo es en realidad un deseo hacia Dios. Dios es salvación y futuro.
Leemos en Gálatas, 6,10: “Por consiguiente, mientras tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, y especialmente a los de la casa, que son nuestros hermanos en la fe.” Leemos en I Pedro, 3 8-9: “Procuren todos tener un mismo pensamiento y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devuelvan mal por mal o insulto por insulto; más bien bendigan, pues por esto han sido llamados; y de este modo recibirán la bendición.” La Iglesia constituye un encuentro entre personas con la experiencia de una humanidad nueva, porque creemos que Cristo está presente en estas personas. Por eso, se considera la familia como la Iglesia doméstica. El amor de Cristo nos hace amar a todos, independiente de su situación económica o social, de la misma manera. Cristo dijo a Nicodemo: “No te extrañes de que te haya dicho: ‘Necesitan nacer de nuevo desde arriba” (Juan, 3, 7).
La comunidad de las personas es el lugar donde uno puede descubrir la experiencia de vida con Cristo. Por recibir el amor en la comunidad, la persona llega a entender el sentido de su vida y así a desarrrolar su personalidad. Llega a ser una persona que ama también y busca el bien porque el amor espiritual es hacer el bien. Su ideal es la perfección del Padre.
La caridad supera la justicia porque la sociedad no se promueve solamente con derechos y deberes sino también con gratitud y misericordia. En la caridad está presenta el amor de Dios que otorga salvación. La caridad implica una marcha eficaz de transformación de la historia que exige incorporarlo principalmente todo: las instituciones, el derecho, la técnica, la experiencia, los aportes profesionales, el análisis científico, los procedimientos administrativos. Porque no hay de hecho vida privada si no es protegida por un orden público, un hogar cálido no tiene intimidad sino es bajo la tutela de la legalidad, un Estado de tranquilidad fundado en la ley y en la fuerza y con la condición de un mínimo de bienestar asegurado por la división del trabajo, los intercambios comerciales, la justicia social y la ciudadanía política (Paul Ricoeur).
Se necesita una renovada valorización de los poderes del Estado para poder enfrentar los desafíos del mundo actual y fortalecer las organizaciones de la sociedad civil y mayor participación de los ciudadanos en la res pública. Los Estados deben ocuparse en dar un nuevo aspecto renovado al orden económico y social del mundo, pero el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad. La vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual (Benedicto XVI, Encíclica Caritas en Veritate, 2009, n.28).
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".