LA COLUMNA DEL DÍA | La moral según Nietzsche
Creado el Jueves, 4 de Abril del 2024 01:01:01 am
Es necesario, mencionar el pensamiento del filósofo Friedrich Nietzsche que describe y defiende esta nueva situación. La búsqueda que hizo el antiguo héroe Ulyses, llegó a su fin cuando se ha dado cuenta que no hay nada para buscar. Este “descubrimiento” hizo Nietzsche cuando dijo: Dios ha muerto. Esto significa que no se puede fundamentar los valores espirituales. El afirma que la razón no tiene la capacidad de conocer los valores. Los valores espirituales no son el producto de la razón y es inútil ir a buscarlos. Tanto el mal como el bien son valores. No hay diferencia entre ellos. La vida no es más que un tejido de fuerzas ciegas y nuestros juicios de valor no son más que expresiones de nuestros estados vitales. ¿Cómo se puede, entones, definir la ética nietzscheana?
Nietzsche reconoce que la muerte de Dios es una catástrofe que pone fin a la cultura y a todas las aspiraciones de los seres humanos. El pensamiento de Nietzsche es la consecuencia de la afirmación de la autonomía absoluta del ser humano sin Dios. En esta tierra hay que aprender a distinguir lo que vale la pena vivir y lo que debe desaparecer. Utopías como la humanidad, la república, la revolución, la patria, la democracia, el socialismo… son de las vidas fracasadas, mediocres, debilitadas. La cultura actual tiene una falsa tabla de valores que llevarán a la decadencia de Occidente. Por el contrario, la voluntad se quiere a sí misma y no quiere ser reducida por conflictos internos. No permite miedos, remordimientos, añoranzas, penas, tristezas, disgustos. El sentimiento de la culpabilidad es una división interna que nos paraliza y nos quita la alegría de vivir. Buscar la salvación en un Dios o en cualquier otra figura de trascendencia es declarar la guerra a la vida, a la voluntad de vivir. No existe ninguna trascendencia y tampoco ningún ideal. Nietzsche nos invita a vivir de tal manera que los remordimientos y las tristezas no tengan sitio en nuestra vida.
El valor supremo en la “ética” de Nietzsche, es la voluntad de poder que supera a cualquier otra consideración. La “voluntad de poder” de cada uno es el sentido central o profundo de todo ser. No existe filosofía con ideales superiores a la voluntad de poder. Esta voluntad de poder no tiene nada que ver con el deseo de poder en el sentido de ocupar un sitial importante para poder mandar a los demás o tener dinero. Se trata de la voluntad intensa de vivir, que supera las posibles divisiones internas porque pueden disminuir las fuerzas vitales. El ser humano es un animal que crea sus propios valores. Nietzsche lo llama el gran estilo de vivir. El superhombre es aquel en quien la voluntad de vivir se revela con toda su fuerza, es el que está situado más allá de la moral. Es la moral del señor frente a la moral del rebaño. La nueva tabla de valores está constituida por la personalidad creadora. La vida interior de cada uno, dirige la vida en base de sus instintos. El conocimiento debe estar subordinado a las necesidades vitales, el establecimiento de un criterio es el sentimiento de dominio. Estamos hablando de la inversión de los valores: los naturales en lugar de los morales. La ética de Nietzsche es la armonía de las fuerzas vitales, la voluntad de poder: el gran estilo de vida. La conciencia consiste en aceptar así mismo como es, sin arrepentimientos (Este texto se inspira en un libro del filósofo Luc Ferry).
Nietzsche rechaza cualquier proyecto que pretenda mejorar el mundo. Detesta ideales. No acepta la caridad, la compasión ni el altruismo, sea cristiano o no. Se alegraba cuando la gente moría en terremotos. Se trata de vivir con amor el presente, amor fati. No preocuparse del pasado o del futuro. Hay que escoger lo que queremos vivir y seguir viviéndolo. El pasado y el presente no pueden echarnos la culpa de no haber actuado como debía ser o de hacerlo de otra manera. Hay que vivir el momento. De esta manera conoceremos la serenidad. No hay que distinguir entre acontecimientos malos o buenos. No existen realidades sino solo interpretaciones y las cosas son lo que ve e en ellas. El ser humano no descubre las cosas, sino crea los valores. El ser humano es la voluntad de poder, más allá del bien y del mal.
Nietzsche hizo una crítica injusta a la fe y a la razón. La razón y la fe han aportado y siguen aportando, pero sus aportes tienen límites. No se puede eliminar la razón y la fe porque no han traído las soluciones definitivas.
La filosofía de Nietzsche es un antihumanismo que nos lleva a la destrucción de la razón y de la ética, y, por lo tanto, de la vida personal y de la sociedad. ¿A qué lleva este pensamiento relativista que declara que no hay diferencia entre el bien y el mal? Se interpreta la corrupción como un bien. Es una sociedad de cinismo, egoísmo, de envidia, de odio, de chantajes, de corrupción, de trata de personas, de extorsiones, de sicarios, de feminicidios, de explotación y de más y más guerras y hasta la amenaza de una guerra nuclear. Es el fin de la fraternidad, de los derechos humanos y de la verdadera democracia para reemplazarlos por la lógica del poder cínico del dinero y del poder cínico de la política. Comprobamos que el pensamiento de Nietzsche tiene actualidad y está presente en los hombres y en las ideologías.
¿Esta es la sociedad que queremos? Aristóteles afirmaba que la felicidad es la moralidad, la decisión libre de buscar y hacer el bien. Jesucristo dijo: la felicidad es el amor a Dios y de “amar a los demás como a sí mismo”. La negación de lo transcendente ha sido reconocida por importantes filósofos del siglo veinte en el mundo. Se perdió el interés para la ética.
El pensamiento de Nietzsche aclara una realidad y nos ayuda a entender el sentido y la necesidad de la muerte y de la resurrección de Cristo para poder ser personas nuevas por escuchar la voz de Dios y seguir el ejemplo de Cristo viviendo la caridad con todos.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".