Creado el Miércoles, 22 de Febrero del 2023 06:35:30 pm

Uno puede obligar a cumplir las normas y sancionar si no se cumplen, pero esto no es suficiente.

Uno puede recomendar valores, pero quedan en palabras. Algunos piensan que la voluntad de cumplirlos es suficiente. ¿Acaso la llamada autonomía de la voluntad podrá sola imponerse a las presiones del entorno? Si la regla me obliga a escoger algo que no me gusta, tendré muy poca motivación para cumplirla. Además, no tendré tiempo en general para definir mi comportamiento en base de una regla porque no tengo la predisposición de la virtud o la costumbre de buscar el bien. No se puede confiar en una persona que actúa solo por el deber porque no tiene convicción y fácilmente puede cambiar de opinión. En una relación de amor no se espera que la otra persona busque cumplir algunas normas, sino que lo haga por amor.

Muchos consideran que la ética de las virtudes es el mejor método de educación. La ética de las virtudes no solamente indica cómo uno debe vivir, sino que ayuda a aprender a vivir. Las virtudes deben ser aprendidas y practicadas. Son productos de formación y ejercicio. Se reflexiona sobre el bien de cada una y cómo adquirirla. “Adquirimos las virtudes ejercitándonos primero en ella, como pasa también en las artes y en los oficios. Todo lo que hemos de hacer después de haberlo aprendido lo aprendemos haciéndolo; como, por ejemplo, llegamos a ser arquitectos construyendo, y citaristas tañendo la cítara” (Aristóteles). El requisito está en desarrollar en la persona las buenas costumbres.

La educación moral no consiste en publicar o imponer normas porque a veces uno no sabe aplicarlas. Los padres acompañan a sus hijos en sus comportamientos y pensamientos con afecto, apoyo, consejo y también crítica y sanción cuando es necesario. Se trata de educar el conocimiento práctico y aprender a evaluar todos los elementos de las situaciones para poder tomar la decisión adecuada. No se trata de un cálculo sino de una evaluación para lograr el mejor bien para el ser humano.  Las normas son importantes, pero no aparecen por casualidad. Se necesita formar el carácter por experiencia. El afecto y ejemplo son el camino preferencial para adquirir la ética. “Las leyes coaccionan a los ciudadanos, pero los ejemplos entran en el corazón y lo reforman” (Javier Gomá). Ver personas que muestran dignidad por sus respetos a los valores y por sus logros y sacrificios crean respeto y el deseo de imitarlos y de esta manera a nosotros mismos.

La educación en virtudes materiales es indispensable en la educación de todas las profesiones, pero las virtudes espirituales o morales lo son para el comportamiento de los seres humanos. Las virtudes llegan a formar parte de la vida interior de las personas. Debe haber una educación en la cual se aprende a distinguir entre los diferentes elementos de una situación y cómo se debe aplicar la regla. Se trata de la virtud intelectual, llamada la prudencia o el conocimiento práctico. Esta virtud busca aplicar las virtudes morales o los ideales dentro de la complejidad de la vida. Ella dirige las acciones del ser humano. Aristóteles logró entender y enseñar que el hacer es lo mejor para el ser de la persona. La persona virtuosa sabe cómo debe actuar en las circunstancias concretas. Aristóteles insiste en que solo mediante una educación concreta puede el ser humano desarrollar esta experiencia.  La persona aprende a fijar el sentido de su vida y aprende a tomar decisiones sobre las situaciones prácticas a partir de los fines o valores. Esta experiencia incluye el acto, la emoción, el deseo y la esperanza juntos. “La virtud es la cualidad que le permite a uno vivir de una manera excelente” (Aristóteles).

*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".