LA COLUMNA DEL DÍA | La creación y la salvación
Creado el Jueves, 28 de Abril del 2022 07:35:03 am | Modificado el 28/04/2022 04:46:52 pm

Dios dio la libertad al hombre para asumir su propia responsabilidad y desarrollar su vida. “Y creó Dios al hombre a su imagen. Varón y mujer los creó. Dios los bendijo, diciéndoles: “Sean fecundos y multiplíquense. Llenan la tierra y sométela. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” (Génesis, I, 27-28).
Sin embargo, los grandes cambios producidos por la ciencia, la tecnología y las ideologías materialistas han llevado el hombre moderno a declarar que no necesita a Dios. No hay nadie superior al ser humano y por lo tanto todos somos iguales. Se considera la igualdad como el criterio básico de la sociedad. Sin embargo, el sistema democrático considera que la sociedad no puede funcionar sin autoridades y se delega el poder por medio de las elecciones. El Congreso da las leyes que deben ser respetadas para que el ser humano puede vivir en paz. (Las leyes no siempre son buenas). Se impone las leyes por coacción de amenaza de cárcel o multas. Sin embargo, se necesita un ciudadano que tiene la intención de colaborar con la sociedad; es decir, por su decisión libre. La decisión libre supone una persona que tiene los valores de amor y justicia. El amor es la preocupación por el bien y la justicia es dar a cada uno lo suyo.
¿De dónde vendrán los valores cuando Dios ya no es referencia porque todos somos iguales? ¿Cómo es la actual sociedad del hombre autónomo donde supuestamente todos somos iguales?: corrupción, trata de personas, narcotráfico, un mar lleno de plásticos, paraísos fiscales sin pago de impuestos, monopolios, pobreza y miseria de dos miles de millones, pandillas, asaltos, estafas, feminicidios, bullying en los colegios, a las próximas generaciones podríamos dejarles escombros, desiertos y suciedad. También La crítica obsesiva deslegitimó las normas, los valores y los principios y la autoridad. Javier Gomá lo describe: Todos se tutean porque se imaginan del mismo nivel de inteligencia, responsabilidad y méritos. Basta abrir los ojos para contemplar el espectáculo de individualidades no emancipadas que ha redundado en el fenómeno de la vulgaridad.
Mucho en el cine y la televisión son el ejemplo de esta cultura. “Llamo vulgaridad a la categoría que otorga valor cultural a la libre manifestación de la espontaneidad estético- Instintiva del yo”. Un yo sin ética. La sociedad es una multitud de solos.
El hombre tiene la tentación de olvidarse de su origen. Ya no pregunta “quién soy yo” sino solamente “qué voy a hacer”.
Cristo irrumpió en la historia para que el hombre vuelve a descubrir el verdadero sentido de su existencia. “Como el Padre me amó, así también los he amado Yo: "Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa" (San Juan, 15: 9-11). Se presenta el misterio de Dios en la historia como una fuente de amor, vida, bien, libertad y belleza. Uno está llamado al seguimiento de Cristo. “Al aceptar la verdad, han logrado la purificación interior, de la que procede el amor sincero; ámense, pues, unos a otros, de todo corazón, ya que han nacido esta vez, no de semilla corruptible, sino de la palabra incorruptible de Dios que vive y permanece” (I San Pedro, 1: 22-239).
Por lo expuesto, es evidente que el principio de igualdad no es el criterio básico más importante para el desarrollo de la sociedad. No se puede cumplir con la igualdad, tratar bien a las otras personas, si vemos las relaciones humanas solo en función de su utilidad. Ninguna ideología está libre de una corrupción profunda y peor la totalitaria. El amor o la emoción de buscar y hacer el bien es un criterio más importante que la igualdad. Para hacer el bien todos debemos tener en nuestra propia persona, y sobre todo las autoridades de la nación, el valor fundamental del amor que Cristo nos señala.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".
