LA COLUMNA DEL DÍA | La caída del velo
Creado el Lunes, 19 de Septiembre del 2022 10:45:52 am

El “delito” de Masha fue llevar mal puesta una prenda de vestir llamada hijab. Masha Aimini tenía 22 años cuando fue intervenida por la “policía de la moral” en Teherán, la histórica capital iraní, que tiene una población que supera los doce millones de habitantes. Masha ingresó caminando a la sede policial y según ha reportado la prensa internacional fue sometida a salvajes golpizas que la dejaron en coma y causaron su muerte, propiciando la indignación del mundo occidental y diversas manifestaciones en su país, en las que el símbolo de la protesta es quitarse el velo.
El hijab es una prenda de uso femenino que es conocida en el mundo como el velo islámico, siendo obligatorio utilizarla en cumplimiento de un código legal-religioso que exige a las mujeres musulmanas cubrirse el rostro y la mayor parte del cuerpo. El velo islámico es una prenda de uso obligatorio desde que en Irán triunfó la Revolución Islámica en 1979, cuyo líder el ayatola Ruholá Khomeini, declaró que, sin el velo, las mujeres estaban “desnudas”.
La tragedia de Masha es el resultado de una política de gobierno radical de tipo teocrático, que en los últimos años ha convulsionado a las mujeres iraníes, y ante un creciente hartazgo generacional ha forjado una respuesta conductual mediante la llamada “revolución silenciosa”. Esta revolución consiste en el establecimiento de ciertas acciones en la vida cotidiana orientadas a rebelarse ante las numerosas limitaciones que tiene que acatar la mujer, que en caso de incumplimiento son castigadas con severidad y en algunos casos, hasta con la muerte.
La muerte de Masha explica claramente la sigilosa lucha de las mujeres iraníes que tienen una serie de limitaciones para el ejercicio de sus derechos civiles, y con mucha valentía vienen exteriorizando su rebeldía con conductas en las que ejercen su natural libertad, en asuntos tan sencillos como dejar que el velo caiga sobre sus hombros y deje al descubierto su rostro y cabellos, mientras están sentadas y apretadas en el piso del primer o último vagón de cualquiera de las cinco líneas del metro de Teherán, pues aunque los demás vagones vengan desocupados, están reservadas para uso exclusivo de los varones.
La lucha por la igualdad entre el varón y mujer no es una lucha reciente, ni sencilla, en pleno siglo XXI aun existen sociedades en las que las diferencias son marcadas e irracionales, si bien el derecho internacional obliga a respetar el orden interno de cada Estado, la circunstancia obliga a recordar que el derecho a la vida está por sobre cualquier ideología política o religiosa.
En nuestro país existen políticas de promoción de igualdad de derechos, que en mi opinión muchas veces quedan en el gesto y lejos de la práctica. Por ello, nuestras próximas autoridades regionales y municipales deben impulsar y fortalecer en todos los niveles las políticas de igualdad de derechos, con programas que sirvan efectivamente para la promoción de derechos de la mujer, especialmente en espacios y comunidades donde aún se encuentra arraigado el machismo y considerando que nuestra región es azotada por malos hombres, que son agresores y así desterrar el feminicidio.
Sin embargo, creo que lo más importante viene de casa, por ello; si un niño o niña recibe desde su hogar una formación de respeto al prójimo, será un adulto que va a respetar siempre, indistintamente del sexo o la sexualidad de sus entornos. En consecuencia; también está en nuestras manos formar mejores hombres y mujeres para contribuir a construir una mejor sociedad en el futuro próximo.
*Pablo Rioja Cueva es abogado especialista en derecho constitucional y administrativo, árbitro en contrataciones con el Estado y laboral. Tiene amplia experiencia en gestión pública y docencia universitaria. Fue regidor en la Municipalidad Provincial del Santa.
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