LA COLUMNA DEL DÍA | El vacío ético del liberalismo y del socialismo
Creado el Martes, 17 de Enero del 2023 04:50:58 pm | Modificado el 17/01/2023 04:56:45 pm

La tierra, el transporte, la energía, la maquinaria, los instrumentos etc. y de “las relaciones de producción” reduciendo toda la historia a un único elemento: la lucha por los intereses económicos. La historia de los modos de producción y el avance de la tecnología indican la situación en la que se encuentra cada fase. La conciencia es un producto social al que el hombre se acerca con el aumento de la productividad. Marx suponía que cambiando el mundo material el hombre cambia a sí mismo. Transformando la realidad exterior, esta realidad exterior transformada reaccionaría sobre él. Del cambio material saldrán hombres nuevos. El marxismo propone la moral de la “lucha de clases.” La moral se define en función del éxito de esta lucha. La verdad depende de la clase. La clase alta siempre mentiría y la clase oprimida siempre diría la verdad. La verdad estaría siempre de parte de la clase de la dominada y la mentira de la clase que domina. La lucha contra la otra clase justifica todos los medios. Esta definición extraña de la verdad se ha divulgado, consciente o inconscientemente, como una evidencia indiscutible. La lucha de clases lleva a un cambio estructural de la sociedad, donde la vanguardia asume el poder dictatorial y favorece a los del partido. El pueblo sigie en la pobreza. Se mete presos a los opositores y después se llama a las elecciones. La libertad y las opiniones de la persona no juegan ningún papel. Además, la “lucha de clases” explica toda la historia y por lo tanto no deja ningún espacio para una realidad trascendental.
El liberalismo plantea las tres instituciones de libertad política, elecciones libres, pluralidad de partidos, la libertad del mercado y los derechos humanos. Sin embargo, predominó durante la historia la visión de David Hume (1711-1776). Él surgerió la visión de la autonomía absoluta de la economía. La razón es solo el reflejo del entorno económico. La libertad es el juego de las interacciones económicas en el mercado. La justicia es producto del mercado. La relación entre las personas en el mercado es por simpatia. La moralidad es, por lo tanto, el resultado de un sentimiento y no de una norma. El liberalismo funciona bien, pero sólo por una parte de la sociedad. La estructura del mercado se aplica sobre el deseo humano. El marketing crea un ambiente del deseo material y ofrece la solución. La envidia por la comparación con otros refuerza la angustia permamente de no ser reconocidos. El mercado sofoca la concienia. El ser humano actua bajo las fuerzas irracionales del mercado de compra y distracción. Podemos citar a Ralf Dahrendorf aunque él se refiere a la actual élite económica: “Nos quedan solamente las instituciones de la libertad (sistema democrático de las elecciones, los tres poderes del Estado y la economía del mercado), que son como estructuras funcionales de vidrio y hormigón a las que nos hemos acostumbrado, pero en las que no es fácil encontrar un sitio familiar y acogedor. No ofrecen un sentimiento de pertenencia moral. Faltan estructuras y ligaduras más profundas”.
El liberalismo aporta la libertad de la persona y el socialismo la necesidad de la intervención del Estado.
“Mis recuerdos? ¿Qué recuerdos puedo guardar yo? Mi vida es como cualquiera. Recuerdo la Perestroika” (A. Gorbachov). “Qué he perdido yo exactamente? Antes vivía en una casucha sin ninguna comodidad: ni agua, ni tuberías, ni gas. Y hora lo mismo. He trabajado honestamente toda mi vida. He trabajado como una mula, no he parado jamás, no sé hacer otra cosa. Y siempre para ganar dos duros. Antes comía macarrones y patatas. Y ahora lo mismo. Llevo el mismo abrigo que tenía bajo el poder soviético. ¡Y si viera la de nieve que cae por aquí” (Aleksiévich Svetlana, 2015, El fin del hombre soviéticus: 637).
El liberalismo y el socialismo tienen la misma raíz materialista. Ambos quieren organizar la sociedad a partir de una teoría económica. Desde este punto de vista no deseamos ni queremos algo porque es un bien sino es un bien porque nosotros lo consideramos como un bien. ¿Si Dios no existe como fuente de todos los valores, cómo puedo entonces encontrar algo que da valor a la vida?
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".
