LA COLUMNA DEL DÍA | El misterio de la muerte en la cruz
Creado el Jueves, 28 de Marzo del 2024 01:01:01 am
Para nosotros es difícil entender esta decisión de un Dios absoluto y todopoderoso; esta relación de amor entre el Padre y el Hijo.
Jesús aceptó la muerte, por obediencia a la voluntad del Padre. La entrega del Hijo al Padre es la revelación para implantar el Reino de Dios. Leemos en I Timoteo, 2, 3-6: “Es bueno y agrada a Dios, nuestro Salvador, pues el quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios es único, y único también, el mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, que en tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para rescatar a todos”.
La cruz de Jesús es la expresión del rechazo a Dios por lo que es el ser humano: dolor, impotencia, soledad, la negación de la presencia de Dios y la muerte. La muerte se manifiesta en el pecado. Leemos en romanos 5, 14: “Por eso, desde Adán hasta Moíses, la muerte tuvo poder, incluso sobre aquellos que no desobedecían abiertamente, como en el caso de Adán, siendo todo esto figura del que estaba viniendo”. A pesar del pecado, Jesús asume libremente la cruz por una iniciativa divina. Jesús acepta todas las consecuencias por mostrar su solidaridad con sus hermanos y hermanas pecadores, pero dentro de su solidaridad con el Padre. Donde los seres humanos rechazan a Jesús, Dios se acerca. Es una situación, donde se rompen todas las relaciones, o sea, la muerte, porque Dios solo piensa en amor y a ofrecer una nueva alianza.
La muerte de Jesús no significó un fracaso del plan de redención. Solo se puede entender por el misterio inescrutable de la Trinidad, del amor entre el Padre y el Hijo. La relación entre el Padre y el Hijo se realiza por el Espíritu Santo. Por la solidaridad con el Hijo, Dios asume su solidaridad con los pecadores. Dios toma la iniciativa. Leemos en filipenses, 2,8: “Se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios lo engrandeció y le dio el nombre sobre todo nombre”.
Cristo anunció a sus discípulos, leemos en Marcos, 8, 31: “Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días. Jesús hablaba de esto con mucha seguridad.
Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro y el dijo: Apártate y ponte de mi, ¡satanás! Tus ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres”.
Por la solidaridad con los pecadores, salva a todos. El amor es más fuerte que la muerte. Por el amor recíproco ente Padre y Hijo, la muerte se transforma en vida. Leemos en Juan 10, 17-18: “El padre me ama porque yo doy mi vida para retomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino yo mismo la entrego. En mis manos está el entregarla y recobrarla: ésta es el mandato que recibí de mi Padre”. Cristo ha hecho acta de ofrenda al Padre por la salvación de los pecadores. Leemos en Juan 12,23: Entonces Jesús dijo: “Ha llegado la hora que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Leemos en Hebreos, 2,9: “Por un momento lo hiciste más bajo que los ángeles. Esto se refiere a Jesús que, como precio de su muerte dolorosa, ha sido coronado de gloria y honor”.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".