LA COLUMNA DEL DÍA | El matrimonio es agradable según Aristóteles
Creado el Jueves, 16 de Noviembre del 2023 01:01:01 am
“Consideramos, pues, que la amistad es el mayor de los bienes en las ciudades, ya que con ella, se reducirán al mínimo los enfrentamientos civiles… Pero en la ciudad forzosamente resultará aguada la amistad con una comunidad semejante en la que llame sólo de modo tan mínimo “mío” el hijo al padre y el padre al hijo… Así estarán mínimamente obligados a cuidarse el padre de sus hijos, o el hijo de su padre y los hermanos entre sí… Tendrá cada uno de los ciudadanos mil hijos, y éstos no como propios de cada uno, sino como cualquier sería hijo de cualquiera… De forma que todos se desinteresarían por igual…
“Los demás forman comunidades por necesidad, pero el hombre y la mujer conviven no solo por la reproducción, sino también por todo lo que implica la vida. Conforme a eso enderezan y distribuyen sus actividades respectivas el varón y la mujer complementándose recíprocamente, tanto en lo común como en la individual. De esta manera se entiende lo agradable resulta este peculiar modo de amistad. Y si ambos son dignos y ecuánimes su relación resulta virtuosa y, además agradable” (Ética Nicómaca, VIII,12). En la época de Aristóteles la mujer no tenía autoridad. Ella está a nivel de los esclavos. Sin embargo, cuando Aristóteles habla de la relación entre esposa y marido, manifiesta que la familia es agradable cuando ambos tengan dignidad. El pone la esposa a nivel del esposo y el esposo a nivel de la esposa. Dignidad significa practicar las virtudes. La virtud de la justicia es la virtud por excelencia porque establece la armonía entre las partes para lograr el bien común, es decir, dar a cada uno lo suyo. El esposo debe ser justo con la esposa y la esposa debe ser justa con el esposo.
“Los padres aman a sus hijos considerándolos como parte de sí mismos. A su vez los hijos aman a sus progenitores por haber nacido de ellos. Los hermanos se quieren por todo lo que implica participar de la reciprocidad que de ello resulta. Ayuda mucho criarse con otro y compartir la juventud. Además, los hijos, a su vez, son el lazo de unión, pues los hijos son un bien común.”
Las virtudes no son innatas, no son espontáneas ni un talento. Las virtudes se adquieren por la influencia de la familia, la escuela y el Estado, pero el hijo también debe aportar libremente en base de esfuerzo y sacrificio. Las virtudes éticas están también decididamente conectadas con las pasiones como algo inherente a lo estrictamente humano. Las pasiones son los motores de la vida. La felicidad concuerda con ellas en sus rasgos propiamente humanos. La razón y la voluntad no son suficientes para movilizar los actos. “No es, pues, por poca importancia contraer desde la infancia y lo más pronto posible tales o cuales hábitos; por el contrario, es éste un punto de muchísimo interés, o por mejor decir, es el todo.” (Aristóteles, Ética Nicómaca, II,1).
Los seres humanos necesitan amar y ser amados. Esta vivencia en la familia es pertenencia. Solo una persona que vive la pertenencia puede amar a otros. Eres una persona feliz a pesar de todos los problemas que pueden presentarse. “Pues hay dos motivos, fundamentalmente, para que los hombres se tengan mutuo interés y afecto: la pertenencia y el amor familiar” (Aristóteles, Política, II,4).
“De ahí, entonces, que la amistad de los hijos hacia los padres, y la de los hombres hacia los dioses se muestra apropiada y del más alto rango”.
La excelencia de la vida o la felicidad es vivir bien y obrar bien.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".