“Mi destino es escribir, leer, indignarme…”
Creado el Viernes, 6 de Junio del 2014 07:10:32 pm
Eliana Castellanos
Augusto, en ‘Poquita fe’, volumen de poesía que reúne tus libros y poemas dispersos publicados en revistas y plaquetas, aparecen temas recurrentes: el dolor, el amor, la muerte, también está lo social. ¿A qué lo atribuyes?
A que la vida de un autor está en los libros que uno escribe, a eso. En ‘Inventario de iras…’ (2005), por ejemplo, aparecen los sentimientos, una entrega ferviente al ser amado; su lectura devela también ilusiones e indignaciones, iras, los golpes de la vida. Tenemos una existencia tan efímera; sólo tenemos una vida, cada hora y momento es único, no se vuelve a repetir… A mí me preocupa todo eso, siento que me estoy yendo, espero estar a tiempo aún para vivir lo suficiente…
En el libro, es ‘Retrato’ el poema que mejor te describe…
En verdad no sé si me describa cabalmente, nunca me han dicho eso. El poema apareció primero en ‘Sieteculebras’, revista de cultura editada en Cusco; consideré necesario incluirlo en el libro y creo que le ha gustado a algunas personas. Como decía Sabato: lo principal en cada hombre es cumplir lo que cada cual cree que es su destino. De acuerdo con el destino, se toman las decisiones para ejecutarlo. Eso lo tengo claro. Mi destino es escribir, leer, indignarme por lo que ocurre a mi alrededor, amar, vivir, escribir de nuevo; quizá el poema aborda ello de algún modo, refleja en algo la vida que uno tiene, cómo uno se ve en determinado instante, adónde vamos, dónde y de qué manera terminaremos cerrando el círculo.
En ‘Camisa de comando y otros poemas’ (2007), tu poesía se torna de alguna manera más oscura; hay alusiones muy directas a la muerte, por lo menos en ‘primer botón’, parte inicial del libro…
Octavio Paz decía que el culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Afirmaba, y lo creo así, que ambos cultos son inseparables. Una civilización que niega a la muerte, acaba por negar a la vida.
Los primeros poemas de ese libro son demasiado duros para mí, su escritura obedeció a la necesidad de escribir, de salvarme de la muerte mediante la escritura. Estuve al borde… A determinada edad, una vez alcanzado cierto nivel de conciencia y madurez, uno hace un alto en el itinerario existencial, pausa que sirve para reflexionar sobre la vida, para mirar hacia atrás y reflexión no necesariamente filosófica. Toda mirada hacia atrás es una forma de hacer historia, como lo son la terapia y -sobre todo- el psicoanálisis; indagar en el propio pasado es ir a las raíces mismas, lo que en cierta manera es ir a la búsqueda del principio. Quizá yo lo hice en determinado momento y no salí tan bien librado de eso, por eso escribí lo que escribí.
Tu poema ‘Camisa de comando’, dedicado a Javier Heraud; y ‘Memoria de Nolasco’, son quizá los más logrados de ese libro…
Más que logrados, creo que son algunos de los más difundidos. A mí me gustan ‘Nocturno’, ‘Si un día, Esther’ y otros más personales dedicados a mis pequeños hijos. En el discurso poético el autor confronta sus emociones y sus puntos de vista, con los de los lectores; por eso quizá algunos de los poemas que más me costó escribir y me gustan, hayan sido olvidados. El libro fue, ahora que ha pasado mucho tiempo lo puedo decir, un homenaje a mis seres queridos, una despedida.
¿Te estabas despidiendo?
Los peruanos no eliminamos a la muerte de nuestra cotidianeidad. La muerte es una palabra a la que no se teme y es pronunciada con frecuencia y soltura. Veamos a nuestro alrededor, vayamos al kiosko de periódicos de la esquina, en Chimbote, en Áncash, todos hablan de la muerte con naturalidad. En otras culturas, influenciadas por la religión, se teme a la muerte y se la evita mencionar, nosotros adoptamos una actitud contraria e inusual: la frecuentamos, nos burlamos de ella, en el fondo la deseamos y acariciamos, dormimos con ella, la extrañamos cuando no llega.
Me estaba despidiendo, sí; me salvó la escritura y la mujer que amaba. Me estaba despidiendo, pero no me fui, ¿ves? Aquí estoy, en el vértigo vibrante de la vida. Lo mejor que tiene la vida es la sorpresa; si decido irme dejaré ‘encargados’ mis libros y un DM para los amigos…
En ‘Poquita fe’ los poemas tienen una carga social muy fuerte y un lenguaje coloquial que caracteriza a tu escritura…
‘Poquita fe’ lo escribí en El Progreso, internándome en sus populosos y más sórdidos caminos. Son poemas que fueron escritos sin la intención de cuestionar el comportamiento acrítico que parece dominar a la mayoría de la población, por el cual situaciones como la pobreza, el miedo o la violencia nos parecen totalmente normales, pero que finalmente retratan y de alguna manera universalizan espacios urbanos, personajes y hechos que son parte de nuestra cotidianidad y que en muchas veces nos negamos a ver.
Al final, adjunto en una sección denominada ‘poemas perdidos y encontrados’, trabajos publicados en diversas revistas que durante años publicaron algunos de mis poemas. Ahí figura un poema que escribí cuando mi pequeño Josemaría nació, también uno dedicado a mi madre y otros de diversa temática.
Cambiemos de tema, Augusto, ¿qué es lo peor que pasa a nuestra sociedad?
La desidia, el conformismo de casi todos, la resignación ante la corrupción y ante los graves problemas que nos agobian. Lo que debería ser un desafío que nos empuje al cambio, a resistir, a rebelarnos, nos anula como sociedad. No somos capaces de organizarnos como debe ser, de manifestarnos masivamente como en otras latitudes, somos incapaces de producir algo perdurable. Es increíble, pero es así. En lugar de elegir la dignidad, elegimos la obediencia, la condición de arrastrados y eso es patético. Y cuando alguien manifiesta esto frontalmente y lo restriega públicamente en el rostro de quienes se supone son ‘ciudadanos’, éstos se arañan y rasgan las vestiduras, hasta te insultan y agreden. Con tamaña demostración de mediocridad no vamos a ninguna parte.
¿Te consideras libre?
Soy libre porque defiendo mi dignidad en una sociedad donde la enorme mayoría agacha la cabeza y se hinca de rodillas ante el poder político o económico de turno. En algún momento de nuestras vidas debemos tomar decisiones cruciales: o estamos entre los indignos o con los indignados.
¿Cuáles son los libros que te han marcado?
Cuando uno es niño lee lo que hay en casa o lo que uno encuentra en la biblioteca más cercana. A mí me marcó muy pequeño ‘Los perros hambrientos’, de Ciro Alegría; lloré mucho durante su lectura, fue un dolor muy hondo que se repitió de alguna manera cuando volví a leer el libro muchos años después. Recuerdo también ‘Papillon’, de Henri Charrière, y su descripción de las inhumanas condiciones de sobrevivencia en las prisiones de la Guyana Francesa; de ese tiempo es también ‘El sexto’, de José María Arguedas’; ‘El muro’, de Sartre, una lectura que no se olvida; ‘Los miserables’, un libro que me indignó y me afectó mucho cuando fui adolescente. Después, en la universidad, ‘Las venas abiertas de América Latina’ fue el título que me cambió la existencia; el libro de Galeano y la historia del colonialismo, las usurpaciones y las atrocidades cometidas con total impunidad en nuestro continente, cambiaron mi manera de entender el mundo, la vida, el país donde vivimos.
Los libros que me han marcado no han sido pocos, quizá he mencionado escasamente algunos de ellos. ‘La tentación del fracaso’, es otro libro que me impactó; es más, gracias a Ribeyro, sus cuentos y sobre todo sus diarios, empecé a escribir, me hice escritor. ‘El paraíso en la otra esquina’, es otro título importante para mí, Paul Gauguin señalando el camino del arte por encima de cualquier circunstancia…
¿Sigues pensando que la felicidad es una casa situada en una playa desierta donde solo tengas una ‘refri’ con provisiones, todos tus libros y una computadora con Internet para escribir? Te pregunto, porque lo leí en una antigua entrevista que te hicieron…
La felicidad no existe. Solo deseo seguir creciendo y desarrollándome, leer para saber más, poder escribir con la tranquilidad que quisiera hacerlo y no tengo ahora. Creo que la playa desierta podría ser también una de esas casitas campestres que uno observa a la vera de la carretera en el Callejón de Huaylas. Pero no quisiera estar solo, sino con los seres que amo. Lo de tener todos mis libros reunidos es imposible, hace tiempo perdí la enorme mayoría de ellos para siempre.
¿Qué es el amor?
El amor es la aceptación del otro, no importa lo que el otro sea; es el motor de la vida.
¿Qué es la soledad?
Una vida sin amigos, desierta, una existencia donde reinan la incomprensión y la incomunicabilidad en las relaciones humanas. En el mundo en que vivimos, la ciencia y la tecnología crecen a pasos agigantados y se desarrolla un asombroso campo de información y telecomunicaciones; el hombre, sin embargo, se siente cada vez más alejado de sí mismo, más incomunicado, más incomprendido y más solo.
¿A qué le tienes miedo?
A la muerte lenta, a las enfermedades terminales a plazos. Llegada la hora quisiera morir rápido, abruptamente. Le tengo miedo a que mis hijos -algún día, cuando ya no esté- no hagan respetar sus ideas, a que caminen junto al rebaño, a que sucumban en el mar de la inconsecuencia.
¿Un disco?
Es una pregunta muy difícil. Te digo dos: ‘Ten’, de Pearl Jam; y ‘Wish’, de The Cure, ambos de 1991 y 1992, respectivamente.
¿Un film?
‘Estación central’, de Walter Salles.
¿Un personaje de la historia nacional?
Andrés Avelino Cáceres.
¿Un poema?
Dos: ‘Elogio de la infancia’, de Juan Ojeda; y ‘Carta a María Teresa’, de Juan Gonzalo Rose.
¿Un plato de nuestra gastronomía?
Espaguetis en salsa huancaína con lomo saltado.
¿Qué libro estás leyendo?
‘Atlas de geografía humana’, de Almudena Grandes; y ‘España en los diarios de mi vejez’, de Ernesto Sabato.
Gracias, Augusto, por el tiempo y la paciencia…
Gracias a ti, ¡salud!
Entrevista publicada en http://cartasdemiraflores.wordpress.com/