CRÓNICA. Un domingo matutino en “La Cachina”
Creado el Miércoles, 22 de Mayo del 2013 11:46:57 pm
“La Cachina” queda en la intersección del jirón José Olaya y la avenida Buenos Aires. Apenas llego y los vendedores de celulares me reciben, ofreciéndome ofertas y promociones. Me animo a comprar un diario local en el puestito de una anciana que me dice que guarde mi celular en mi mochila. “Ten cuidado por donde camines. Aquí hay que estar muy despierto, hijito”, me reprocha.
Los comerciantes están esparcidos por las veredas y las pistas; sus mercaderías se muestran libres para los clientes. Aquí todo es negocio. La gente llega y siempre hay algo que llevar. Muchos pitucos vienen como curiosos, pero al final encuentran cualquier cosa que les sirva. Y vaya que encuentran de todo: repuestos, pernos, controles remotos, botellas vacías, galones de gas, cubrecamas, bicicletas, juguetes, cargadores de celulares, libros, equipos de sonido, ropa usada, zapatos y un sinfín de cosas que mucha gente viene a comprar.
Siguiendo mi recorrido, mi aventura se vuelve interesante, pues me fijo que muchas personas que visitan “La Cachina” son de bajos recursos económicos o provenientes de la sierra. Los comerciantes, entres maleantes y personas humildes, están rematando sus productos. “Pregunta, causita, ¿qué necesitas?, baratito nomás”, me dice un sujeto, que muestra un gesto de confianza y simpatía.
Y si a uno se le abre el apetito, no hay que escaparse de este lugar, ya que muchos moradores de este sector aprovechan la aglomeración de la gente para poner sus negocios de comidas: caldo de gallina, sopa de habas, lomito. “Pase, jovencito, tome asiento”, me dice una señora de figura gorda sentada entre ollas enormes.
Me tomo un descanso y aprovecho para dialogar con un comerciante de los muchos que hay. Me pide unas monedas por su tiempo, le doy un sol y con una mirada mezquina me concede algunos minutos. “Mucha gente de barriada me compra. Los domingos se vende más. Siempre sacamos un dinero extra porque también tenemos necesidades”, me cuenta.
Avanzando por la segunda cuadra de la avenida Buenos Aires me percato de un grupito reducido de comerciantes de animales. Puedo observar cuyes, gallinas, patos, gallos de pelea, pichones y un cabrito amarrado a un poste. También hay que mencionar los locales de las distribuidoras de insumos agrícolas y fertilizantes, los reparadores electrónicos que de una u otra manera son negocios formales.
El movimiento urbano aumenta, los canillitas lanzan alaridos y algunos agentes de seguridad empiezan a rondar. Una señora me comentaba que en las noches el sitio ha mejorado bastante en su seguridad, ya que anteriormente había muchas broncas, enfrentamientos callejeros y los alcohólicos amanecían tirados en las veredas. “Ahora hay más resguardo policial, aunque sea se puede dormir tranquilo, para lo que era antes”, me explica.
Han pasado dos horas y “La Cachina” empieza a elevarse como una bandera de expresión popular. Cada visitante espera algo nuevo cuando llega. Yo solo espero volver, aunque sea de sapo, pero sé que un cachinero estará esperándome en el mismo lugar. (RSD Noticias – Viscely Zarzosa Cano).