Mensaje por el Día de Solidaridad con la Persona Encarcelada
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:27:23 pm
esas grandes desconocidas, que traen consigo dolor y sufrimiento para muchas más personas que solo para quienes padecen la prisión.El castigo de la privación de la libertad se extiende, de la persona encarcelada, hacia su familia, quedando en estado de mayor vulnerabilidad sus hijos e hijas, ya sea porque, si son menores de 3 años, ingresarán con sus madres a la cárcel (en la mayoría de los casos) o, si son mayores de esta edad, posiblemente quedarán en estado de riesgo y abandono.
Para evitar que los hijos e hijas de las personas encarceladas lleguen a convertirse en víctimas del sistema penitenciario, el Estado debe considerarlos como población vulnerable y plantearse alternativas integradas e integrales, desde los diferentes sectores estatales, tendientes a hacer realidad su inclusión social.
La realidad de las cárceles en el país es una situación permanente de deterioro de la persona, de mínimas oportunidades de desarrollo humano y, por lo tanto, difícilmente asegurará posibilidades reales de rehabilitación. En general, resulta ser una negación del principio constitucional de que “el régimen penitenciario tiene por objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad” (Art. 139°, 22)
Tal como lo denunciaron los obispos en Aparecida “Hoy por hoy, las cárceles son, con frecuencia, lamentablemente, escuelas para aprender a delinquir” (DA 227). Esta constatación nos urge a preguntarnos: ¿la cárcel ha fracasado en su finalidad?, ¿no sería posible plantear sistemas más humanizadores y de reinserción que, sin crear impunidad frente al delito, aseguren la rehabilitación de las personas privadas de libertad y nos garanticen medidas eficaces en favor de la seguridad ciudadana?
Para la Iglesia que acompaña diariamente a las personas encarceladas, existen algunos aspectos de particular preocupación: el gran incremento de la población penitenciaria (actualmente asciende a más de 70 mil), el incremento de las penas producto de una sobrecriminalización de las conductas delictivas, el uso indiscriminado de la prisión preventiva (más del 50% son presos sin sentencia), la restricción de beneficios penitenciarios y el estancamiento en la concesión de indultos y gracias presidenciales.
Nos preocupa la situación de las mujeres encarceladas, aprox. el 63%, se encuentran privadas de libertad por delitos vinculados al Tráfico Ilícito de Drogas y, sin embargo, éstas representan solo los eslabones últimos de la cadena del narcotráfico. Nos preocupa, por tanto, que exista una desproporcionalidad en las penas, esto exigirá la urgente revisión de las leyes concernidas. Más aún por cuanto, es sabido que, el encarcelamiento de las mujeres genera un mayor impacto en las familias y la comunidad. Así, los niños sufren graves daños emocionales, el índice de deserción escolar se incrementa y quedan en riesgo inminente de caer en la delincuencia juvenil.
El Papa Francisco nos llama a ser el fermento de Dios en medio de la humanidad, a “anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino” (EG 114).A este llamado queremos responder.
Lima, 16 de julio de 2014
Mons. Héctor Vera Colona Mons. Pedro Barreto Jimeno, SJ
Obispo de Ica Arzobispo de Huancayo
Presidente de CEAS Asesor Nacional de la Pastoral de Cárceles