La Palabra del día 23 de agosto del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:20 pm
la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. "Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: "Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede." Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: "¿También vosotros queréis marcharos?" Simón Pedro le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios."Reflexión. La Eucaristía es el punto culminante del proceso de acercamiento de Dios al hombre. Mayor comunión que establezca Jesús con sus discípulos no es posible.
1. Pan de vida. Prácticamente todo el capítulo 6 del evangelio de Juan está dedicado a la enseñanza de Jesús sobre sí mismo como Pan de Vida. Dicho Pan es necesario para colmar toda hambre y sed, imprescindible para la resurrección y la vida eterna.
2. Escándalo. El modo de hablar del Señor escandalizó a todos. Al identificarse con el Pan realizó un proceso de radicalización, desde el creer, hasta el comer y beber su mismo cuerpo y su misma sangre. La muchedumbre de discípulos que había ganado le abandona.
3. Discípulos. Hasta los seguidores más cercanos tuvieron la tentación de dejar a su Señor, sus palabras chocaban con su sensibilidad. Pero aquí en la persona de Pedro, reafirman su propósito de seguirle, sólo el Señor tiene palabras de vida eterna, porque él es Dios.
- Jesús reta hoy nuestra fe o aceptamos esa invitación radical de comunión o simplemente nos vamos. Sostengámonos en la respuesta que Pedro da a nombre suyo y de toda la Iglesia. Feliz domingo.
Primera Lectura: Josué 24,1-2a.15-17.18b. En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: "Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor." El pueblo respondió: "¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!"
Salmo 33. Gustad y ved qué bueno es el Señor. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor; que los humildes lo escuchen y se alegren. R. Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. R. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. R. Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo libra el Señor; él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará. R. La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él. R.
Segunda Lectura: Efesios 5,21-32. Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne." Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Fray Luis Galindo,O.P.