La Palabra del día 22 de agosto del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:20 pm
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en la sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame "maestros". Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar jefes, porque uno solo es vuestro Señor, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.Reflexión. Los discípulos de Jesús se deben caracterizar por su coherencia y humildad.
1. Cátedra de Moisés. Los cinco primeros libros de la Biblia, la “Torah”, o Ley de Moisés, eran considerados los más importantes de la Escritura, porque contienen la voluntad de Dios para su Pueblo. En tiempo de Jesús los intérpretes más autorizados eran los letrados, maestros de la Ley y fariseos. Pero estos lo habían convertido en un peso imposible de cargar, incluso por ellos mismos. Por eso, Jesús reprocha su hipocresía: no hacían lo que decían; su palabra y su vida no estaban en armonía. Por ello Jesús invita a los suyos a seguir sus enseñanzas, pero no su mal ejemplo de vida.
2. Humildad. Los discípulos se deben caracterizar por su humildad, sus títulos no deben ser “maestro”, “padre” y “jefe”; sino, simplemente “servidor”. El título del Papa es “Siervo de los siervos de Dios”, del obispo “Siervo de Dios”, del sacerdote “colaborador de los siervos” y diácono quiere decir “el que sirve”. Si a los clérigos en la Iglesia se les llama padre, éste no es un título, es una responsabilidad, se pretende que ese hombre sea un padre espiritual que busca el bien espiritual de los fieles. Pero todos, clérigos y laicos hemos de ser servidores del Señor y de nuestros hermanos.
- Señor, has de nosotros coherentes testigos de tu amor, servidores tuyos y de nuestros semejantes. Ten un feliz día.
Primera Lectura: Rut 2,1-3.8-11;4,13-17. Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente de muy buena posición, llamado Boaz, de la familia de Elimelec. Rut, la moabita, dijo a su suegra Noemí: "Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad." Noemí le respondió: "Anda, hija mía." Ella marchó y fue a espigar en las tierras, siguiendo a los segadores. Boaz dijo a Rut: "Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados." Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo: "Yo soy una forastera; ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?" Boaz respondió: "Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida." Así fue cómo Boaz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo. Las mujeres dijeron a Noemí: "Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; pues te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos." Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo: "¡Noemí ha tenido un niño!" Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.
Salmo Responsorial: 127. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R. Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. R. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. R.
Fray Luis Galindo,O.P.