La Palabra del día 17 de mayo del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:08 pm
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Reflexión. Tres sencillas enseñanzas para vivir este domingo de la Ascensión.
1. Mirar al cielo y a la tierra. Los Apóstoles habían quedado absortos mirando al Señor elevarse al cielo, los ángeles les dicen que eso no es correcto. Jesús compartió con ellos su misión, ahora les toca orar y esperar la venida del Espíritu Santo para ir por los caminos del mundo anunciando la Buena Noticia. Hoy los discípulos tenemos que mirar al cielo, pero, para realizar bien las tareas que Dios nos ha encomendado en la tierra.
2. Comprender la grandeza de los bienes divinos. El horizonte de las personas es por lo general bastante corto; su visión y su comprensión son demasiado pequeñas. Sin embargo, la esperanza de nuestra fe, la riqueza de los bienes espirituales y la grandeza del poder de Dios son inmensos. Necesitamos, en estos días, previos a Pentecostés, pedir a Dios nos de el Espíritu para entender las realidades a las que somos llamados por Jesucristo.
3. Les acompañarán signos. Los Apóstoles para iniciar su tarea apostólica recibieron poder para realizar signos. También nosotros podemos experimentarlo: alejar el mal de nuestras vidas para vivir en gracia, aprender el lenguaje del amor para entrar en comunión con los demás, nada ni nadie nos podrá dañar y podemos ser portadores de salud para los demás. El poder con el que contamos es el Nombre de Jesús.
- Te damos gracias Señor porque tu partida fue sólo física, puesto que te quedaste para siempre entre nosotros. Ayúdanos a servirte realizando a cabalidad todo lo que nos encomendaste. Feliz fiesta de la Asunción.
Primera lectura: Hechos 1,1-11. En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: - «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole: - «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: - «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.» Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: - «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Salmo 46. R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas. Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.
Segunda lectura: Efesios 1,17-23. Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
Fray Luis Galindo,O.P.