La Palabra del día 15 de setiembre del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:24 pm
Luego, dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.Reflexión. Ayer celebramos la exaltación de la cruz, con el propósito de que levantemos siempre la mirada, que contemplemos el amor de Dios y que aprendamos de la cátedra de la cruz. Hoy celebramos a la primera que levantó su mirada y contemplo a su Hijo clavado, la perfecta discípula, la que aprendió la lección del amor como nadie.
1. Relación con su Hijo. Así como al inicio de la vida de Jesús se insinúa su misterio pascual, así también desde el inicio se insinúa en los evangelios el paso de María por el dolor. Cuando presentó a su Hijo en el Templo, el anciano Simeón le anunció la espada que le atravesará el alma. Esto se realiza al pie de la cruz, Ella comparte el dolor de su Hijo por la redención del mundo.
2. Somos don de Cristo a su Madre. Solemos decir: “Cristo nos hizo el don de su Madre”, y es verdad. Pero, antes que esto, somos don de Cristo para Ella. El Señor nos compró con su sangre (cf. Ap 5,9s; 1P 1,18s), por ello le dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Además, se realiza la profecía de Gn 3,15, Cristo derrota al demonio, pero también cada cristiano, porque se hace descendencia de la mujer.
3. María es don de Cristo para nosotros. Es en segundo lugar que Jesús clavado en la cruz dice al discípulo amado (todo discípulo / a): “Ahí tienes a tu madre”. Al Señor, para mostrarnos cuánto nos ama, no le bastó crearnos, darnos su Palabra, enviarnos a su Hijo; a Jesús no le bastó ser nuestro Maestro, redimirnos, darnos a sí mismo en la Eucaristía, ofrecernos vida eterna. En el colmo de su amor, nos dio a su propia Madre.
- Gracias Padre por tu Amor manifestado en tu Hijo, gracias Jesús por todo lo que hiciste y haces por nosotros, gracias por el don de tu Madre. Que Ella sea de los bienes más preciados de nuestra casa. Feliz día.
Primera lectura: Hebreos 5,7-9. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Salmo 30. Sálvame, Señor, por tu misericordia A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. R. Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. R. Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R. Pero yo confío en ti, Señor, te digo: "Tú eres mi Dios." En tus manos están mis azares: líbrame de los enemigos que me persiguen. R. Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R.
Fray Luis Galindo,O.P.