La Palabra del día 05 de octubre del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:27 pm
y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo El le dijo: Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús le dijo: Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: Cuida de él, y lo que gastes de más, yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contestó: El que practicó la misericordia con él. Le dijo Jesús: Anda, haz tu lo mismo.Reflexión. Jesús es el buen samaritano que se acerca a cada ser humano para restaurar su dignidad de hijo de Dios.
1. La vida eterna. El camino a la vida eterna, antes de la llegada de Cristo, estaba diseñado en la Sagrada Escritura, lo que para nosotros hoy es el Antiguo Testamento. La síntesis de toda Ella es el mandamiento del amor a Dios y al prójimo, como responde el letrado que pone a prueba al Señor.
2. El prójimo. Después de la venida de Cristo, el camino a la vida eterna consiste en su imitación, como está diseñada en el Nuevo Testamento. Esto es, hacerse prójimo de los demás, especialmente del más necesitado, como lo es él que se hizo prójimo de todos, porque se nos acercó, nos redimió y liberó del mal y nos puso en su Iglesia.
- Ya conocemos el camino hacia la bienaventuranza eterna: hacernos prójimo, buen samaritano para los demás como Jesús lo es para nosotros. Ten un feliz día.
Primera Lectura: Jonás 1,1-2,1.11. Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."" Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos." Y decían unos a otros: "Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad." Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: "Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?" Él les contestó: "Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme." Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: "¿Qué has hecho?" Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces le preguntaron: "¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?" Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó: "Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta." Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres." Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.
Interleccional: Sacaste mi vida de la fosa, Señor. Jonás 2,3-8. En mi aflicción clamé al Señor, y me atendió; desde el vientre del infierno pedí auxilio, y escuchó mi clamor. R. Me arrojaste a lo profundo en alta mar, me rodeaban las olas, tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí. R. Yo dije: "Me has arrojado de tu presencia; quién pudiera ver de nuevo tu santo templo." R. Cuando se me acababan las fuerzas me acordé del Señor; llegó hasta ti mi oración, hasta tu santo templo. R.
Fray Luis Galindo,O.P.