LA COLUMNA DEL DÍA | Los fines o las virtudes como principios de la moral
Creado el Jueves, 16 de Enero del 2025 01:01:01 am | Modificado el 17/01/2025 04:16:49 pm
Querer el mejor fin para la vida depende de la virtud moral. Por auto-reflexión podemos descubrir en nosotros la existencia de los valores, también llamada la dimensión intelecto o normativa de las virtudes, expresiones indirectas de nuestro fin último. “En la meditación tomo posición frente a mi vida, en cierto sentido me retiro de mi vida, pero no como un conocimiento puro, sino una reflexión sobre mí, lo que yo soy o debería ser. No soy mi vida, pero si tengo la posibilidad de jugarla es por la condición de poder meditar encima de todo juicio” (Gabriel Marcel, 1949:63,64).
El ser humano solo será plenamente ser humano por su conciencia personal. Y el despertar de esta conciencia es una respuesta personal a una invitación al misterio. El que escucha a su conciencia se confía totalmente al misterio. De este modo hay una fe que precede a la Fe. Gabriel Marcel ha expresado mejor que nadie esta idea: creer, esperar, amar son ya para él, actitudes fundamentales del ser humano auténtico, antes de convertirse en actitudes cristianas.
Los seres humanos tienen una experiencia de comunidad, tienen algo en común y para poder establecer una comunidad humana- de amistad, familia, asociación, etc. necesitan compartir valores. Hay algo común en todos los seres humanos dentro de la gran diversidad de culturas señaladas por las ciencias sociales. Se trata de valores que permiten al ser humano relacionarse con otros. Si no existiera un fundamento común entre todos los seres humanos nos se hubieran podido proclamar los derechos humanos. El amor, entendido como la voluntad para hacer el bien, debe ir acompañado de las virtudes de la justicia, de la fortaleza y de la templanza.
La autenticidad de las relaciones entre las personas es solamente posible por los valores que cultiva cada una de ellos. Los valores constituyen la posibilidad de confiar y de entenderse, de poder entregarse y de poder agradecer. Las personas con valores no necesitan muchas discusiones o explicaciones. No creen en los chismes. La idea del ser humano es la realidad de las virtudes que son expresión de la razón y de la voluntad para el bien. Estos valores en el ser humano se llaman la “ley natural”. Este concepto no se refiere a algo netamente biológico y tampoco a un conjunto de conceptos precisos y claros que se imponen desde afuera, sino son orientaciones normativas que el mismo entendimiento humano formula y va entendiendo mejor en la medida en que avance el conocimiento. La “ley natural” es el sino qua non de la ética. El ser humano tiene por esencia una vocación ética. Esta “ley natural” es la ley de mi ser. Los valores, hechos virtudes, son un proyecto de vida.
Debe haber un fundamento para poder transcender el derecho positivo y evitar el relativismo. La evolución y la corrección del pensamiento necesitan una base común o un punto de referencia. La teoría actual construye sobre un base común, pero no hay una existencia fija de principios. Si se define el pensamiento humano como hipotético-como es la ciencia- implicaría que los principios también pueden cambiar. En este caso no nos podemos escapar del relativismo. Se puede ampliar o mejor los principios, pero no reemplazar por otros. Un mundo reducido por la contingencia sería como una historia contada por un idiota, decía Shakespeare. La teoría de género construye también su pensamiento. El filósofo, Luc Ferry, ateo, piensa igual que la Iglesia católica. Le parece tremendamente aberrante la idea que no hay relación entre sexo y el género, entre biología y la orientación sexual. Hay muchos estudios sobre género, con diversas interpretaciones, pero no existe una teoría de género.
Cristo nos invita a la conversión personal. La presencia de Dios en nuestra conciencia nos orienta hacia los valores. Dios inspira nuestra razón para que podamos escoger las ideas con nuestra conciencia animada por Dios. Reconocer la invitación es escoger el camino del bien que debemos seguir. El misterio de Dios me habla por medio de una relación íntima con Dios, por medio de la realidad del mundo y por medio de las otras personas. San Agustín decía: “Dios es más íntimo a mi que yo a mi mismo”. Leemos en I Juan, 4, 16: “Por nuestra parte, hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor: el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él”. La opción fundamental de mi vida es una decisión ética.
En una cultura que tiene al individuo como último punto de referencia, se corre el peligro de aceptar las normas de la cultura tecnócrata. Hay un preocupante distanciamiento entre el orden económico, político, jurídico, social y el orden ético. El ser humano se deja guiar por el proceso tecnológico o dirige su vida en función de la dignidad. Esta persona podrá mencionar las virtudes espirituales y tampoco la relación de la fe en Dios.
La filósofa, Martha Nussbaum, considera que los filósofos actuales siguen con la idea del contrato social – los contractualistas modernos - con Habermas y Rawls, como los más importantes, pero han abandonado ideas fundamentales de la tradición como los derechos de la naturaleza y el respeto a la dignidad humana. La filosofía del procedimiento o del contrato supone que todo anda bien en la sociedad y que el contrato es un acto de justicia. No va a los resultados para evaluar su validez moral. El contrato es un proceso en el cual cada uno busca su propio interés. Las partes no conocen el amor por la justicia. No existe una convicción de la dignidad humana y de los derechos en función de los cuales debería medirse la justicia del resultado. El ser humano, al contrario, es un ser social y político (la familia y el estado) que se realiza en realizaciones caracterizadas por la virtud de la justicia. El bien del ser humano es político y social, basado en los principios de la justicia.
El filósofo Patrick Loobuyck, ateo, expresa a su manera, la necesidad imperiosa de la ética. Él considera que el discurso moral no existe porque el ser humano es un átomo sin rumbo en el universo. Sin embargo, para él existe una intuición fuerte de la necesidad de los derechos humanos. El nivel intuitivo es más importante que las razones. El sentimiento indica que el discurso moral es indispensable porque el ser humano es capaz de las cosas más atroces. Lo vemos con la extorsión. Las sanciones son necesarias, pero no son suficientes. Necesitamos la educación en valores.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".