LA COLUMNA DEL DÍA | La relación entre amor y justicia en la Biblia
Creado el Jueves, 28 de Noviembre del 2024 12:41:40 pm
El amor no tiene un estatuto normativo parecido al utilitarismo o al imperativo kantiano. El amor hable con un lenguaje diferente que el de la justicia. El amor se presenta en primer lugar como alabanza, por ejemplo, en San Pablo I, Corintios, 13,1-13.
En segundo lugar, lo extraño del discurso de amor es su aparición como un mandamiento: Tu amarás a Dios. ¿Cómo se puede obligar a un sentimiento? El amor que precede a cualquier ley es el mandamiento del amor. Esta distinción entre mandamiento y ley solo podría tener sentido si uno entiende que el mandamiento es el amor que se recomienda a sí mismo. Este uso del mandamiento hay que relacionarlo con la alabanza el himno y la bendición.
En tercer lugar, este extraño mandamiento expresa sentimientos, moviliza efectos: placer-dolor, satisfacción-descontento, alegría-tristeza etc. El amor es un acto positivo que hace pasar a uno de un valor inferior a un valor superior, al valor más alto. El amor es un movimiento que alcanza el valor ideal. Gracias al amor, el amor erótico consigue la capacidad de significar más y de apuntar a otras cualidades del amor. Los grandes místicos interpretaron el Cantar de los cantares como una alegoría de amor espiritual.
Las características de la justicia – sean sus principios, sea la figura jurídica de un Estado de derecho, códigos, tribunales, jueces, uso de coerción- contradicen el discurso del amor. E la justicia se argumenta y se toma decisiones. El amor no usa argumentos, por ejemplo, I Corintios,13; Salmo, 1,3; El Cantar de los Cantares y Mateo,5,1. También a nivel de la idea o nivel de la justicia hay diferencias con el amor. La justicia se identifica principalmente con lo distributivo que mucho más allá que la economía. Se quiere tratar por igual a todos toando en cuenta responsabilidades, beneficios, cargos y talentos. Aristóteles es el primero que trata de resolver el problema haciendo una distinción entre proporcional y aritmética.
Hay un dilema en los textos evangélicos entre la orden de amar y la regla de oro. Están juntas en el evangelio de san Lucas. “Yo les digo a ustedes que me escuchan: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que les odian, bendigan a los que los maldicen, ruego por los que los maltratan” (Lucas, 6, 27). Y un poco más lejos: “tratan a los demás como quieren que ellos los tratan a ustedes” (Lucas, 6, 31).
Las dificultades entre ambas lógicas del amor y de la justicia continúan con las siguientes palabras de Jesús: “porque si ustedes aman a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? Hasta los malos aman a los que los aman. Y si hacen bien, ¿qué gracia tiene? También los pecadores obran así. Y si prestan a los que les pueden retribuir, ¿qué gracia tiene? También los pecadores prestan a pecadores para que estos corresponden con algo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio”.
Estamos frente a una ética nueva. La orden de amar es la expresión de un don. Todo es un don. Este don explica también la relación del hombre con la justicia y la ley. Dios e el origen (creación) y la esperanza (escatología). Este don tiene una lógica de superabundancia. “Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno” (Génesis, 1,31). Como Dios nos ha donado, nosotros también debemos donar. Sin embargo, la justicia distributiva no podrá aplicarse si no se puede esperar nada a cambio, tampoco podría escaparse de las interpretaciones perversas sin el mandamiento del amor. El amor cuida a la justicia porque esta, como reciprocidad y igualdad, está siempre amenazada para caer, a pesar de sí misma, al nivel del cálculo interesado del do ut des. La crítica de la superabundancia no está dirigida contra la lógica de la igualdad de la regla de oro, sino contra su interpretación perversa. La regla puede ser interpretada por dos maneras: interesada o no interesada. La justicia en sí misma puede solo buscar la utilidad, subordinar la cooperación a la competición. Sin el amor la justicia se inclinaría a un utilitarismo. El amor no anula la regla de oro, pero la orienta hacia la generosidad.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".