LA COLUMNA DEL DÍA | El utilitarismo
Creado el Jueves, 22 de Septiembre del 2022 09:10:24 am

La Época de las Luces dio inicio a una nueva antropología y a una nueva relación con el mundo. El texto de referencia para este tema es de George Gusdorf (1971: 428-444). El mundo ya no tiene un significado simbólico, cuyas actividades están sometidas a la otra vida escatológica. En lugar de quejarnos por la maldad y la brevedad de la vida, debemos felicitarnos por su bien y felicidad. Voltaire escribía contra Pascal: “Mirar al universo como una cárcel y a todos los hombres como criminales que van a ser ejecutados es la idea de un fanático”. El hombre de la época teológica, el hombre de Pascal, oscilaba entre el infinito negativo de la perdición y el infinito positivo de la salvación, lo que le impedía dar mucha importancia a las realidades terrestres. La noción de bienestar reemplazaba la exigencia de la salvación. Ella propone un orden de valores nuevos para sustituir los valores ascéticos y contemplativos de la tradición. La ciencia se volvía operativa y técnica. Ella debía ser útil para el hombre. El empirismo y el utilitarismo proponen organizar el mundo en función de la vida del hombre.
En lugar de la preocupación por la salvación eterna, el bien con todos es la nueva conciencia moral. La virtud se refiere a la relación con la sociedad. Para ser feliz también hay que hacer felices a los demás. Existe una armonía entre el bienestar de uno y el de los demás, y viceversa. Se impone a la conciencia el carácter social de la existencia, el bienestar de cada uno; el requisito de la nueva moral pasa por el bienestar de todos.
El filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) y sus seguidores ven al hombre como el creador del mundo, la eficacidad es el signo de la verdad. En lugar de contemplar el mundo de las verdades eternas de la filosofía griega y de la escolástica, el hombre se dedica a forjar su propio destino. No se duda de la verdad divina pero el hombre tiene su propio rol en el mundo. A diferencia de los filósofos ingleses, los filósofos franceses Descartes, Spinoza y Malebranche no se habían preocupado por la novedad de la flamante ciencia de la economía.
Los mejores pensadores ingleses del siglo XVIII se apasionaron por la tecnología, la revolución del agro, la revolución industrial, las finanzas, el orden fiscal, por la existencia material de los pobres y de los ricos. Locke –médico, psicólogo, pedagogo, químico y consejero político– considera que solo los conocimientos que aportan una novedad útil son dignos de ese nombre, mientras que los conocimientos que se dedican a abstracciones son vanidosos y perezosos. Entre las obras de Locke encontramos su libro sobre la cultura de la viña, los olivos, la producción de la seda, la conservación de la fruta, como resultado de su viaje por Francia en 1679, a pedido de su jefe el conde de Shaftesbury. Locke presenta una lista de 41 especies de uvas y 13 especies de olivos que alimentaban los lagares, cuyo mecanismo analiza con cuidado. Redacta en 1690 sus “Consideraciones sobre las consecuencias de la tasa de interés y la elevación del valor de la moneda”, demostrando que las manipulaciones monetarias no darán los resultados previstos. Si por ejemplo la moneda sube 5% los precios subirán igualmente y el resultado será nada. La economía tiene sus leyes, como la naturaleza. Locke se preocupaba siempre por la utilidad, inquietud común a todos los hombres de la Época de las Luces.
Los grandes nombres de la economía política serán británicos: Adam Smith (1723-1790), Thomas Malthus (1766-1834) y David Ricardo (1772-1823). También Marx expresó su pensamiento sobre la economía en Inglaterra. Hume (1711-1777) escribía mucho sobre economía y él fue el vínculo entre Locke (1632-1704) y su amigo Adam Smith.
Según Hume el deseo más profundo del hombre es estar ocupado. Privar al hombre de toda actividad es lanzarlo a la búsqueda insaciable y destructiva de placer. Si la actividad económica es lucrativa, la perspectiva de ganancia se vuelve una pasión. No existe un placer más grande que trabajar y ver crecer diariamente su fortuna. El hombre buscará beneficios y evitará el gasto. Se va formando en Europa una clase industrial, para cuyos integrantes la producción económica es una colaboración con la creación de Dios. El liberalismo económico rinde honor a la virtud creadora.
Jeremy Bentham (1748-1832) es el fundador del utilitarismo como doctrina y como movimiento político. Él no es un hedonista porque propone que tenemos que buscar la felicidad para la mayoría de la gente posible.
El hombre moderno es por excelencia un Homo oeconomicus. Un hombre es bueno o malo en función de las consecuencias de sus actos. Esta corriente sigue hasta hoy con mucha vigencia.
La autoridad debe solo ocuparse de la seguridad y de la igualdad.
En la misma línea de pensamiento está la teoría económica de otro gran pensador del utilitarismo, Adam Smith (1723-1790), fundador de la economía libre de mercado.
EVALUACIÓN
Estamos en la tradición de Hobbes y Hume. La ley de naturaleza es el interés, pero para Hobbes –a diferencia de Hume– se trataba solo del interés de cada uno, del egoísmo. Para Hume existía la simpatía emocional con los demás. En cambio, para Bentham, el principio de utilidad no se refiere a lo que es sino a lo que debe ser, aunque la norma está en el placer y en el dolor, que nos indican lo que debemos hacer. De esta manera el utilitarismo busca una cierta ética, al contrario de Hume.
Un buen perro guardián es más útil que un niño recién nacido.
La cultura es efecto de la libertad y arrancada de la naturaleza. La cultura y el trabajo del hombre van cambiando su mundo, el de los animales es siempre el mismo. Los animales no tienen historia. Si todo es calculable, como dice el utilitarismo, todo tendría que ser natural y no libre. Solo la facultad de la libertad –antinatura– me permite obedecer a principios y superar mis intereses. Debido a la libertad, los animales y los hombres están separados por un abismo (Ferry, 1992: 81-86). La pregunta es cómo intereses pueden fundamentar derechos.
Nussbaum no ve una diferencia entre el hombre y el animal porque ambos tienen la posibilidad del placer y del sufrimiento. Como ella, algunos filósofos actuales que atribuyen “derechos” a los animales tienen una visión dualista del hombre porque separan completamente el espíritu del cuerpo y por lo tanto consideran el cuerpo del hombre igual al cuerpo del animal. Además, no encuentran diferencia entre un hombre con discapacidad mental y un animal porque ninguno de los dos, según Nussbaum, “sabe votar o redactar una ley”.
Afirman que hay una diferencia entre moscas, moluscos, etc. y animales con sensibilidad. Podemos matar solo a los primeros porque no tienen sensibilidad, mientras que los segundos son iguales a los seres humanos: son “sujetos”, tienen “dignidad”, “derechos” y son un “fin en sí mismos”. Aunque los animales no respetan la igualdad o la vida entre ellos. ¿Dónde está el gran principio de respeto por la vida y el principio de igualdad?
Para el trato de los animales “se puede seguir muy de cerca el modelo de las leyes que regulan la responsabilidad de los padres con respecto a los hijos” (Nussbaum, 2007: 388). La pregunta es: cómo coincidiría la educación de animales e hijos si el principio básico para educar a los hijos es invocar la libertad.
Nussbaum reconoce que hasta ahora no ha encontrado una respuesta a los profundos problemas metaéticos de su teoría (Nussbaum, 2007: 383). Ella manifiesta que sus principios son políticos y no metafísicos, ¡sin entrar en conflicto con las doctrinas metafísicas de las grandes religiones!
Fernando Savater hace las siguientes críticas al respecto. La idea de derecho supone la del deber: a quien se le conceden derechos se le exigen, a cambio, deberes. De manera que los animales quedan fuera por su propia naturaleza de la esfera de los derechos, porque no pueden atender a sus deberes deliberadamente. No puede defenderse que una gallina tenga el deber de poner huevos a cambio de sus derechos. La vaca no tiene el deber ni la obligación de dar leche, la da y punto. Los animales merecen un trato adecuado pero el juego entre derechos y deberes está basado en la libertad humana, y, por tanto, no tiene aplicación sobre los animales porque estos no disfrutan de capacidad de elección sobre su actividad, de la que nos aprovechamos o nos defendemos (Savater, 2012: 101). En ese sentido, las ligaduras de la ética son un elemento imprescindible de las oportunidades de vida y paz.
La vida moral se dirige a la felicidad, pero Aristóteles entiende la felicidad de una manera diferente del utilitarismo. Un hombre virtuoso define el placer o el dolor en función del objeto correcto. Nos alegramos por las cosas nobles y deploramos cosas indignas. Se trata de una actividad que coincide con la virtud.
*Padre Johan Leuridan, OP, doctor en Teología en la Universidad Urbaniana (Vaticano), personalidad meritoria de la Cultura del Ministerio de la Cultura, miembro honorario de la Academia de la Lengua, doctor honoris causa de la Universidad de San Marcos y autor del libro "El Sentido de las Dimensiones éticas de la Vida".
