LA COLUMNA DEL DÍA | Cooperación internacional y COVID-19
Creado el Viernes, 13 de Marzo del 2020 07:17:42 am
Años atrás, el célebre economista y político, John Stuart Mill, sostuvo lo siguiente: “No hay mejor prueba del progreso de la civilización que el progreso del poder de cooperación”.
No existe mayor tarea para los gobiernos que trabajar bajo los principios de la diplomacia, pero en la dimensión de la cooperación internacional. Dicha empresa supone un sistema lleno de costumbres, valores y reglas que funcionen simultáneamente entre distintos actores, así, lo que supone tiene por objetivo funcionar para uno, también debe suceder para el resto.
Hace muchos años que, sobre todo, desde Naciones Unidas, se fomenta el espíritu de la cooperación internacional. Numerosas tareas en distintos lugares y momentos han necesitado de Estados comprometidos, pero también de organismos internacionales que coadyuven a su éxito. De modo tal que se entenderá que la cooperación internacional será la transferencia no solo de recursos económicos, sino también de tecnologías, información, sistemas, entre otros.
El estudio de las relaciones internacionales demuestra su naturaleza cambiante, propio de la interacción de distintos sujetos que, a través de la socialización de sus intereses, diseñan y ejecutan nuevos paradigmas y teorías que sostienen su cuerpo. De modo tal que la propia literatura en la cooperación internacional ha atravesado cambios, quizá en su extremo más palmario, uno de enfoque paternalista o asistencialista hasta su versión más reciente, el de cooperación descentralizada.
Dejando atrás la dinámica Norte-Sur nos encontramos ante el paradigma de cooperación descentralizada, el mismo que aún por la propia academia carece de cierto consenso hacia una definición que satisfaga a sus múltiples autores o autoras. Al margen de esta situación, bien podríamos definirla utilizando las palabras de María del Huerto, a saber, “el conjunto de iniciativas de cooperación oficial al desarrollo que, bajo el liderazgo de autoridades locales, procura estimular las capacidades de los actores de base territorial y fomentar un desarrollo de carácter más participativo”.
Al día de hoy sabemos los terribles efectos del COVID-19 o coronavirus, un total de 4970 muertes y, al menos, 134 518 casos confirmados en todo el mundo. El principal foco, China, parece haber encontrado paliativos para enfrentar este problema, hoy calificado por la OMS como pandemia. Esta definición es representativa dado que su propagación se ha desarrollado en simultáneo y hoy alcanza a todos los continentes del mundo.
El impacto del COVID-19 también ha afectado a la educación, 376.9 millones de estudiantes alrededor del mundo han dejado de asistir a clases y 26 países han ordenado el cierre de colegios a escala nacional.
El rol de la OMS es central en la medida que, no siendo un Estado, contribuye en la coordinación en la cooperación internacional para el trabajo de prevención, control y erradicación de distintas enfermedades infecciosas. Así pues, producto de dicha competencia, provee una autoridad para resolver un problema de salud de carácter transnacional.
El trabajo debe enfocarse en dos niveles, en primer lugar, uno donde tome en cuenta las recomendaciones que haga saber la OMS y, por otro lado, uno de carácter local, propio del paradigma descentralizado que provea de relaciones simétricas y recíprocas. En pocas palabras, para combatir una pandemia, antes que nada, será necesario tomar un camino servirá para una coordinación entre un Estado y la OMS y, después, permitiendo la participación de todos los actores y no solo de quienes “transfieren”. Así habrá apertura para los activos de la problemática: la sociedad civil organizada, una municipalidad o un gobierno regional. Estos permitirán romper jerarquías y obtener mejores resultados.
Por supuesto que, a propósito de ello, la sociedad civil debe ser más responsable y evitar la creación de psicosociales que lo único que ocasionan es enarbolar el pánico. Convengamos prácticas que no permitan crear falsas expectativas y contribuir de manera real para la erradicación de este problema.
La presente columna examina desde las relaciones internacionales el vínculo entre su disciplina y la cooperación internacional para contrarrestar un problema en auge, pero de ninguna forma desestima la poca valoración a otros asuntos de la salud que perviven en nuestra región y que no han tenido la suficiente atención, a saber, el dengue y las enfermedades de transmisión alimentaria, las mismas que cobran un saldo de vidas superior.
* Diego Mendoza Franco es ingeniero industrial, egresado del Programa de Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de la PUCP y el CAF, coordinador del Círculo de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos Aleph, promotor de los ODS por el Senado de Buenos Aires, Parlamentario Joven Nacional y activista social.
Foto: Ciat / Composición: RSD