LA COLUMNA DEL DÍA. América Express y una forma de pensar y vivir
Creado el Jueves, 14 de Febrero del 2013 06:25:57 pm
Es insólito, esta empresa cobra los más caros pasajes en la ruta Chimbote-Trujillo, sin embargo los pasajeros forman largas colas para viajar en ella; no les interesa que se malogren en el camino o que sean protagonistas de lamentables accidentes o de penosos casos de asaltos. Los buses se detienen en el lugar menos esperado para recoger pasajeros o para dejarlos sin respetar paraderos, sin exigir identificación; es decir, burlándose de toda norma que otorgue seguridad al viajero.
Pasaron dos días de la burlada clausura y ¡oh fatalidad!, asalto, dos muertos, heridos, sustos y una historia que no tiene final a la vista. Las autoridades ¡¡NADA HACEN por cerrarle el paso a estos informales!! Pero la gente seguirá formando largas colas en búsqueda de pasajes, ingresando a sus descuidados y malolientes baños, amenaza a la salud. Esto parece ser, muy lamentablemente, una forma de vida, la idiosincrasia de muchos peruanos. Nos gusta la informalidad, a riesgo -incluso- de nuestra propia seguridad, a riesgo de nuestra vida. Se ha hecho una forma de pensar y vivir, el viajar apiñados o colmando de pie el reducido espacio de una combi, viajar sin documentos que mostrar, bajar y/o subir del bus o combi o colectivo, en el lugar más insólito; asimismo, hacer uso de servicios NADA higiénicos, soportar la falta de respeto de los trabajadores que jamás recibieron una capacitación; parece que nos hemos acostumbrado a viajar en medio de la suciedad de buses que no ven la escoba ni mucho menos la intención de limpieza, por largos espacios de tiempo.
Pero este artículo no recoge solamente la realidad de una informal empresa de transportes, recoge la forma de pensar y vivir de gran parte de peruanos. Veamos, hace algunos meses, la alcaldesa de Lima ordenó –tras avisos reiterados- lo que sus antecesores tuvieron ¿temor? ¿negociados? referente a la informalidad, suciedad, desorden, desacato a la ley en lo que fue La Parada; asimismo había comenzado a poner orden en el caos que significa el transporte de la ciudad capital; también tiene el mérito de haber dejado “en nada” a los corruptores empresarios acostumbrados al cohecho (coima en el lenguaje coloquial) en administraciones anteriores. Mientras gran cantidad de peruanos aplaudíamos estas sensatas, necesarias y progresistas decisiones de la municipalidad de Lima, otros argüían que la Villarán era abusiva, que era “pituca” entre otros adjetivos peyorativos complementados con aquello de “vaga”, mote gratuito, absurdo y mentiroso. La señora no tenía –hoy sí- el apoyo decidido de los sectores más lúcidos del escenario nacional, ora por recelos, ora por mezquindad, por ello es que se le veía sola, además de negarse a dar publicidad a sus obras que, en detenida reflexión, buscan hacer de Lima una metrópoli a la altura de ciudades más importantes en Latinoamérica.
Pero los necios de siempre, los caudillos baratos, aquellos de medidas populistas, aquellos acostumbrados a la coima, sólo se aprovechan de la idiosincrasia aún reinante en el Perú.
José Cedeño León
Catedrático de la Universidad Nacional del Santa
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