LA COLUMNA DEL DÍA | América Latina, la desigual
Creado el Viernes, 29 de Noviembre del 2019 10:18:37 am | Modificado el 06/10/2021 01:34:56 pm

El extendido malestar en Chile sostenido por las voluminosas protestas tiene origen en el descontento a causa de las desigualdades que merman la calidad de vida de su ciudadanía. Este síntoma no es único y, por el contrario, tiene asideros en la región. De modo tal que, parafraseando a la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, en Latinoamérica persisten altísimos niveles de desigualdad, convirtiéndose, aunque no en la más pobre, sí en la más desigual.
Tomando en cuenta el caso chileno, podemos abordar un conjunto de propiedades que caracterizan a otros países de la región. En primer lugar, podemos referirnos a la poca presión tributaria que ejercen. Como ha explicado el Banco Mundial, la presión fiscal latinoamericana es muy baja. Si establecemos una relación entre estos últimos y los países que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), nosotros mantenemos una media del 20% frente al 35% por parte de los países más desarrollados.
Una mejor recaudación podría suponer mejores efectos, pero eso no es del todo cierto. Lo que por el contrario funciona de manera corriente en países desarrollados es la estrecha relación entre las consecuencias de una mejor presión fiscal, en tanto se vea reflejada en su gasto social. Así pues, los conceptos sólidos de desarrollo humano no son condicionales, sino más bien están garantizados. Un ejemplo de ello es que, salvo Reino Unido (de manera parcial), todos los otros países desarrollados optan por un sistema de pensiones público dejando atrás el ocaso del sistema privado.
En segundo lugar, la capacidad redistributiva es ineficiente. Aunque se recaude menos, las transferencias no funcionan de la mejor forma. A partir de ello, tal como ha indicado el informe de la CEPAL, Imperativo de la igualdad, se concluye que los países de la OCDE logran reducir en promedio un 35% el índice Gini, mientras que América Latina y el Caribe solo lo hace en un 6%. No es menos importante mencionar que este escenario no niega que no existan desigualdades en el ingreso de los países desarrollados (Francia, España, Portugal o Irlanda); sin embargo, la gran diferencia recae en la no corrección de asimetrías que sí tiene lugar en Latinoamérica.
Muchos estudios se basan en las conclusiones que ofrece el análisis de reducción o incremento de desigualdad, tomando en cuenta el índice Gini, empero, esto puede ser inexacto, cuando menos, engañoso. Dicho coeficiente mide tan solo la desigualdad en términos de ingresos y no, como suele creerse, en la amplitud del problema que explica las diferencias de calidad de vida de determinada población. La desigualdad es, en efecto, un asunto mucho más amplio sobre la base de criterios de acceso a servicios como el transporte, educación, salud o seguridad ciudadana.
El horizonte puede parecer adverso si no son aplicadas algunas medidas. Como sugiere el Banco Mundial, será primordial asegurar el acceso a activos productivos como la educación, con el propósito de ejercer una influencia positiva en las oportunidades económicas, políticas y sociales. Por otro lado, se necesitan instituciones de mercado que profundicen la integración equilibrando así la protección de los trabajadores. Otra apuesta sería, tal como hemos señalado, mejorar la capacidad redistributiva aumentando la presión tributaria, pero admitiendo la importancia de su correcto gasto.
Si queremos una mejora, la otra tarea recaerá en el liderazgo político y la acción ciudadana firme e íntegra.
* Diego Mendoza Franco es ingeniero industrial, egresado del Programa de Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de la PUCP y el CAF, coordinador del Círculo de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos Aleph, promotor de los ODS por el Senado de Buenos Aires, Parlamentario Joven Nacional y activista social.
Foto: Nytimes.com
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