OPINIÓN. La búsqueda desmedida de poder y la reconstrucción de Áncash
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:31:28 pm
El tiempo corre y la llamada del Señor es defender la vida, generando los medios adecuados para salvaguardarla junto al desarrollo y bienestar tan anhelado por nuestras familias. En este caso hemos de tomar las medidas pertinentes para el logro de dicho objetivo común, generando los medios y el compromiso general de toda la sociedad.
Salvaguardar esta aspiración legítima para reconstruir nuestra región, es la llamada que nos la hace el Señor de la Vida y hemos de comenzar por crear conciencia y este es el objetivo del presente artículo, frente a la necesidad de tomar las medidas correctivas, frente a los proyectos que se propondrán, “no sea que la cura sea peor que la enfermedad”.
Sin embargo, partiendo de esta preocupación legítima hemos también de estar atentos para que, con una conciencia viva que aúna criterios, examinemos también a los aspirantes en sus motivaciones expresas, de las que podamos inferir las ocultas. Esto apoyados en Jesucristo “Luz del mundo” a quien en este año la iglesia nos invita a conocer y amar en el evangelio de San Mateo, el mismo que se medita en este año, en él encontramos esa la luz disipadora de toda forma oscura de corrupción.
Es el pasaje del capítulo 10, objeto de nuestra reflexión pues allí encontramos esa imagen de esos dos discípulos de Jesús, quienes al propio estilo humano, oportunista, piden solapadamente en la figura de la Madre, los primeros puestos, cuando el Maestro instaure definitivamente su reino. Si, “Hablamos de Juan y Santiago -personajes tan parecidos y semejantes a nosotros, miembros de ese pueblo de Israel, tan herido en tiempos de Jesús por el yugo opresor del Imperio Romano y de las leyes judías deformadas de la época- ellos ostentan ser los más “importantes” olvidándose de sus hermanos de camino y de los otros discípulos, figura de la comunidad.
En medio de este escenario sociopolítico podemos también dar nombres concretos que se asemejen a estas dos figuras, las que podemos encarnar cualquiera de nosotros que seguimos al Señor y a nuestros ideales, en medio de un escenario social tan convulsionado y viciado. ¿Por qué esta reflexión? Porque frente al sufrimiento de nuestro pueblo, que se desangra, no podemos callar, como nos lo señala el santo padre Francisco, somos la Iglesia “comunidad de bautizados enviados a la misión” y fieles a ella quienes hemos de tratar de responder con fidelidad más aún cuando hay signos negativos que anuncian la continuidad de esta tragedia o drama que vive nuestra región, pues muchos aspirantes comienzan ya a enarbolar en sus discursos viciados por su incoherencia, solapadas intenciones que dejan al descubierto otras intenciones ocultas, las mismas que se nos exigen dejarlas en evidencia con el fin de corregir actitudes y errores cometidos anteriormente en perjuicio de los más pobres que sufren en estas tierras.
La pregunta es inevitable ¿por qué esa necesidad tan imperiosa y perniciosa o desmedida de abusar de las oportunidades o cargos y de buscar más poder como lo hacen estos dos discípulos? pregunta tan antigua y actual a la vez. Muchos rápidamente responderán “por ambición”. Sin embargo, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia y si nos dejamos iluminar por una mente tan brillante como la de Santo Tomás, quizás podamos responder con prontitud con algunas variantes a dicha inquietud que nos puedan iluminar, por ello después de Santo Tomas, también evocamos el aporte de algunos pensadores que dentro de la historia nos legaron elementos que aportan en esta breve reflexión.
En primer lugar, guiados por Santo Tomás, tenemos que reconocer que existe en el corazón del ser humano un deseo innato de bienestar o de felicidad y más aun de trascendencia; sin embargo, el Santo advierte, basándose en las palabras de Jesús, que “el poder siempre será un medio para alcanzar esa felicidad tan anhelada y nunca un fin”. Advierte que el orden trasgredido siempre provocará sufrimiento en la humanidad. Principio que se hace evidente en nuestra historia reciente, en donde muchos deslumbrados por el poder, dinero, prestigio y placer, cegados por su ímpetu, se hicieron esclavos y sufren ahora sus consecuencias; Sin embargo, a pesar de esta realidad palpable, la paradoja aún continúa pues muchos siguen obsesionados por el poder, dinero o prestigio ciegamente. ¿Por qué, esta realidad humana?
Al examinar la causa de esta paradoja o motivación escondida respecto al deleite de este bien desordenado, mal usado. Los análisis sicológicos y filosóficos e históricos casi coinciden en un diagnostico básico, existe una búsqueda de “la afirmación del yo”, “de poder, de ejercer influencia en los demás” lo que es contrario claro está a lo insignificante, el anonimato, el servicio discreto. Como consecuencia podemos señalar que se esconde “un deleite insano” en el corazón humano, que reviste o insinúa maldad o pecado.
Hay que reconocer pues que frente a las carencias sicológicas tan humanas sobreviene muchas veces un ansia casi compulsiva en algunas personas con carencias notorias o narcisistas “de buscar una reafirmación vital”. Y esto lo podemos notar en el día a día, en el trato con algunas personas que encarnan personajes soberbios, altivos, que imponen su investidura frente a los demás. Cuantos han hecho del cargo y de la posición adquirida motivos suficientes para imponerse desde la forma de mirar, siguiendo por el traje y terminando por fijarse en la apariencia. Cuanta superficialidad, narcisismo y vacío hay en nuestra sociedad, también en nuestra Región.
Si escuchamos la voz de algunos incrédulos, para los que se profesan agnósticos o ateos, como él “profeta Nietzsche” notamos como él identifica y divide a la sociedad en dos bandos por decirlo al modo fácil: primero, los de la elite, los líderes en la economía, política, comercio, los intelectuales, los artistas. Ellos, dice Nietzsche, son los que cambian las cosas, marcan el destino (crean paradigmas, imponen ideas, forman la opinión pública, “la doxa”). Luego, los que no cuentan el rebaño, los consumidores, los insignificantes, los que repiten y comentan, en resumen “el populorum”. Así Nietzsche distingue a las personas por esa “voluntad de poder” que hace que uno no le deba rendir cuentas a nadie si aspira a ser de la “elite” privilegiada (el líder). Es lo que afirma en su obra “Más allá del bien y del mal” algo que suena familiar en estos tiempos, verdad.
Otra imagen de la persona que busca desmedidamente el poder, es identificada por Maquiavelo quien en su análisis del poder habla de la figura de “el príncipe” personaje que siempre se sitúa más allá del bien y del mal. Maquiavelo describe al príncipe como aquel que “no necesariamente tiene que cultivar una inteligencia brillante pero reconoce que tiene que ser audaz para poder poner a su servicio a los más inteligentes, adinerados, es el que sabe rodearse de los virtuosos. Para él un buen príncipe pone a trabajar a todos. Y si le preguntamos que busca un príncipe, él nos responderá casi religiosamente “la gloria”, “la impresión”, “el impacto”, “la influencia”, “la opinión pública”.
Y acerca de cómo mantenerse en el poder, Maquiavelo considera que es necesario crear una verdad en la mente de la gente, generar el aplauso, el impacto, etc. Así “la gloria” entendida a su modo es una transacción entre la gente que obedece y las ideas del poderoso (intelectual, político, etc.). Con ello concluye que aprender a mantener la gloria es aprender a mantener el poder. Una aplicación práctica de esta visión es la que aún se cultiva en el campo de los medios de comunicación sesgados para “generar aplauso y adhesiones ciegas”.
Volviendo a la realidad después de estos análisis teóricos y prácticos, podemos apreciar que nuestra sociedad presente no dista mucho de lo que afirma Nietzsche o Maquiavelo, quienes ven el poder como un fin y no como un medio dentro de la democracia para el servicio. Más aún cuando se da la ocasión y hay dinero. De allí la responsabilidad de las instituciones: Comisión de Justicia Social (CJS), Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS), universidades, medios de comunicación social, frentes sociales, gremios, etc., tienen una gran responsabilidad en estas elecciones peculiares, de las que dependerá la progresiva reconstrucción de nuestra región: el velar por los intereses comunes y la integridad de sus autoridades elegidas para servir.
Al acercamos a nuestro Pueblo y escuchar a los taxistas que van exclamando más seguridad en su trabajo diario, a las viudas, niños y niñas familias adoloridas aunque van encontrando oído y consuelo no queda más que seguir sumando esfuerzos en ese trabajo por seguir construyendo la unidad en este escenario tan polarizado, el respeto a la vida, infundiendo esperanza en medio de la desesperanza.
La propuesta de Jesús es clara “El que quiera ser el primero entre ustedes, que se haga su servidor, pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir”. Es el maestro por excelencia, quien nos recuerda que toda autoridad encuentra su fundamento y realización alegre en el servicio.
Lejos de Áncash “los principitos y jefazos”, perdición y corrupción. Jesús “luz del mundo nos señale el camino que nos permita una realización personal autentica. El bendiga nuestra Patria “la casa común” de todos los peruanos.
Alex Gordillo.