“Dios no pone límites, mil veces pecamos, mil veces nos perdona”
Creado el Martes, 5 de Marzo del 2024 09:43:09 am
“La gratuidad es imitar la manera que tiene Jesús de entregarse por nosotros, su pueblo, siempre y totalmente, a pesar de nuestra pobreza. Y ¿por qué? Por amor”, lo escribe el papa Francisco en su mensaje a los participantes en el encuentro con instituciones y organismos de ayuda a la Iglesia de América Latina y El Caribe, reunidos en Bogotá (Colombia), del 4 al 8 de marzo.
En su mensaje – dirigido al cardenal Robert Prevost, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL) – el Santo Padre plantea su reflexión a partir de dos dinámicas que aparentemente están en contraposición, es decir, el de los resultados que parecería ser contraria a la gratuidad.
“Cuando hacemos un esfuerzo, como en el caso de las ayudas que se destinan a la Iglesia en América Latina, es natural que pretendamos un resultado. No obtenerlo podría estimarse un fracaso o al menos nos deja la sensación de haber trabajado en vano. Pero una tal percepción parecería ser contraria a la gratuidad, que evangélicamente se define como dar sin esperar nada a cambio”, dice.
Para poder conciliar ambas dinámicas, el papa Francisco propone “dar un paso atrás”, poniendo el foco en lo que nos pide Jesús y nos dice el Evangelio, intentando preguntarnos, como haría un periodista: ¿Quién da? ¿Qué da? ¿Dónde da? ¿Cómo da? ¿Cuándo da? ¿Por qué da? ¿Para qué da?
“En respuesta a la primera pregunta — ¿quién da? — la Escritura nos aclara que lo que damos no es más que lo que hemos recibido gratis. Dios es el que da y no somos más que administradores de unos bienes recibidos, por ello no debemos gloriarnos, ni exigir más compensación que la del propio salario, asumiendo con humildad la responsabilidad que este don nos reclama”, afirma.
Al responder a la segunda pregunta — ¿qué nos da el Señor? —, el Santo Padre recuerda que la respuesta es simple: nos lo ha dado todo. Nos ha dado la vida, la creación, la inteligencia y la voluntad para ser dueños de nuestro destino, la capacidad de relacionarnos con Él y con los hermanos. Más aún, se nos ha dado Él mismo infinitas veces, sobre todo, en la entrega de Cristo en la cruz, en su presencia en el sacramento de la Eucaristía, en el don del Espíritu Santo.
“De ese modo, todo lo que tenemos o es Dios, o es prueba y prenda de su amor. Si perdemos esa conciencia en el dar y también en el recibir, pervertimos su esencia y la nuestra. De administradores solícitos de Dios, pasamos a ser esclavos del dinero y, subyugados por el miedo a no tener, damos el corazón al tesoro de la falsa seguridad económica, de la eficiencia administrativa, del control, de una vida sin sobresaltos”, explica.
Y a las preguntas: ¿cómo y cuándo se da el Señor a su pueblo? El obispo de Roma señala que es muy simple: siempre y totalmente. Dios no pone límites, mil veces pecamos, mil veces nos perdona. Espera en la soledad silenciosa del Sagrario que volvamos a Él, mendigo de nuestro amor.
“En la santa comunión no recibimos un pedacito de Jesús, sino todo Él en cuerpo y sangre, alma y divinidad. Eso hace Dios, hasta hacerse pobre por nosotros, para enriquecernos por medio de su pobreza”, indicó. (RSD Noticias).