#FelizAñoNuevo2025
El mismo Santo Padre Francisco, hablando el pasado 23 de junio a los miembros de la Secretaría del Sínodo de los Obispos, habló bromeando de una “encíclica a cuatro manos”. “Un documento fuerte - dijo Francisco- que recibí del Papa Benedicto y que he llevado adelante con gran trabajo. La hizo él yo la terminé”. Al primer borrador de la obra, el Papa Francisco agregó "contribuciones adicionales”.
Lumen Fidei es un texto de no gran extensión, tiene 90 páginas en su edición en italiano, siguiendo el estilo sintético del Papa Francisco. Dirigida a los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y todos los fieles laicos, la encíclica se divide en cuatro capítulos. El objetivo del documento pontificio es recuperar el carácter de la luz de la fe, capaz de iluminar toda la existencia humana.
En el primer capítulo la fe se explica como “escucha” de la Palabra de Dios, una llamada, una promesa. La fe es confiarse al amor misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona. La fe "es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación." Se detiene en la figura de Jesús, el mediador que nos abre a una verdad más grande que nosotros Por eso, "la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva", sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.
En el segundo capítulo, el Papa demuestra la estrecha relación entre fe y verdad. "La fe, sin verdad, no salva. Se queda en una bella fábula" Y hoy, debido a la "crisis de verdad en que nos encontramos", es más necesario que nunca subrayar esta conexión, porque la cultura contemporánea tiende a aceptar solo la verdad tecnológica. Esto, sin embargo, implica el "gran olvido en nuestro mundo contemporáneo", que - en beneficio del relativismo y temiendo el fanatismo - olvida la verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. Aquí el Papa abre una amplia reflexión sobre el "diálogo entre fe y razón", sobre la verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la "autenticidad subjetiva".
Todo el tercer capítulo se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa. Esto comporta el vínculo entre fe y memoria, porque el amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús. Por otra parte, se hace "imposible creer cada uno por su cuenta", porque la fe no es "una opción individual", sino que abre el yo al "nosotros" y se da siempre "dentro de la comunión de la Iglesia". Por esta razón, "quien cree nunca está solo". Hay, sin embargo, un "medio particular" por el que la fe se puede transmitir: son los Sacramentos, en los que se comunica "una memoria encarnada."
En el capítulo cuarto, el Papa explica la relación entre fe y bien común. La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. La fe "es un bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza. La encíclica se centra, después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la familia fundada en el matrimonio, los jóvenes. Otra área es la de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, Otro ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la muerte: el cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así "etapa de crecimiento en la fe y el amor".
Recuperar la luz de la fe, capaz de iluminar toda la existencia humana
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:26:23 pm
predecesor emérito y que, en el año que Benedicto XVI quiso dedicar a la fe, completa la trilogía de las encíclicas, Deus Caritas est, del 25 de enero 2006, y la Spe salvi, del 30 de noviembre de 2007, dedicadas a las tres virtudes teologales.El mismo Santo Padre Francisco, hablando el pasado 23 de junio a los miembros de la Secretaría del Sínodo de los Obispos, habló bromeando de una “encíclica a cuatro manos”. “Un documento fuerte - dijo Francisco- que recibí del Papa Benedicto y que he llevado adelante con gran trabajo. La hizo él yo la terminé”. Al primer borrador de la obra, el Papa Francisco agregó "contribuciones adicionales”.
Lumen Fidei es un texto de no gran extensión, tiene 90 páginas en su edición en italiano, siguiendo el estilo sintético del Papa Francisco. Dirigida a los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y todos los fieles laicos, la encíclica se divide en cuatro capítulos. El objetivo del documento pontificio es recuperar el carácter de la luz de la fe, capaz de iluminar toda la existencia humana.
En el primer capítulo la fe se explica como “escucha” de la Palabra de Dios, una llamada, una promesa. La fe es confiarse al amor misericordioso de Dios, que siempre acoge y perdona. La fe "es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación." Se detiene en la figura de Jesús, el mediador que nos abre a una verdad más grande que nosotros Por eso, "la fe no es algo privado, una concepción individualista, una opinión subjetiva", sino que nace de la escucha y está destinada a pronunciarse y a convertirse en anuncio.
En el segundo capítulo, el Papa demuestra la estrecha relación entre fe y verdad. "La fe, sin verdad, no salva. Se queda en una bella fábula" Y hoy, debido a la "crisis de verdad en que nos encontramos", es más necesario que nunca subrayar esta conexión, porque la cultura contemporánea tiende a aceptar solo la verdad tecnológica. Esto, sin embargo, implica el "gran olvido en nuestro mundo contemporáneo", que - en beneficio del relativismo y temiendo el fanatismo - olvida la verdad, sobre el origen de todo, la pregunta sobre Dios. Aquí el Papa abre una amplia reflexión sobre el "diálogo entre fe y razón", sobre la verdad en el mundo de hoy, donde a menudo viene reducida a la "autenticidad subjetiva".
Todo el tercer capítulo se centra en la importancia de la evangelización: quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa. Esto comporta el vínculo entre fe y memoria, porque el amor de Dios mantiene unidos todos los tiempos y nos hace contemporáneos a Jesús. Por otra parte, se hace "imposible creer cada uno por su cuenta", porque la fe no es "una opción individual", sino que abre el yo al "nosotros" y se da siempre "dentro de la comunión de la Iglesia". Por esta razón, "quien cree nunca está solo". Hay, sin embargo, un "medio particular" por el que la fe se puede transmitir: son los Sacramentos, en los que se comunica "una memoria encarnada."
En el capítulo cuarto, el Papa explica la relación entre fe y bien común. La fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. La fe "es un bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza. La encíclica se centra, después, en los ámbitos iluminados por la fe: en primer lugar, la familia fundada en el matrimonio, los jóvenes. Otra área es la de la naturaleza: la fe nos ayuda a respetarla, Otro ámbito iluminado por la fe es el del sufrimiento y la muerte: el cristiano sabe que el sufrimiento no puede ser eliminado, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona, y ser así "etapa de crecimiento en la fe y el amor".