La Palabra del día 29 de enero del 2016
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:45 pm
La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega. Dijo también: ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas. Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.Reflexión. El Señor nos regala hoy dos maravillosas parábolas con hermosos mensajes para nuestra vida.
1. Semilla que crece por sí sola. Es una realidad obvia, la semilla solo necesita tierra buena y agua para que el principio de vida que hay en ella brote y se convierta en una planta. Y es lo mismo para todo ser vivo, incluso para los humanos, para crecer necesitamos alimento y agua. En la vida espiritual y en la fe sucede algo parecido, para crecer por sí sola necesita cultivo con todo lo que Dios nos ha provisto en su Iglesia.
2. Granito de mostaza. Aquí se destaca primero la pequeñez y humildad del comienzo, y luego el enorme desarrollo. Sucedió con la Iglesia, al inicio fue un minúsculo grupo de personas miedosas que cayeron en la cuenta del poder de Cristo que habitaba en ellos y se convirtieron en el germen de una comunidad universal que puede albergar en su seno, y tiene la capacidad para ello, a toda la humanidad. Dios hace grande lo pequeño.
- Diariamente cultivemos nuestra fe y el servicio, Dios los hará crecer sin medida. Darán frutos de alegría, paz, amor, bondad y servicio. Ten un feliz día.
1Samuel 11,1-4a.5-10a.13-17. Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá. David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella. David mandó a preguntar por la mujer, y le dijeron: "Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita." David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: "Estoy encinta." Entonces David mandó esta orden a Joab: "Mándame a Urías, el hitita." Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra. Luego le dijo: "Anda a casa a lavarte los pies." Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa. Avisaron a David que Urías no había ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa. A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: "Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera." Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.
Salmo 50. Misericordia, Señor: hemos pecado. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. R. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí la culpa. R.
Fray Luis Galindo,O.P.