La Palabra del día 24 de mayo del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:08 pm
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid' el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»Reflexión. Pentecostés es la fiesta del Espíritu Santo, de la Iglesia y de cada cristiano.
1. Fiesta del Espíritu Santo. Toda celebración litúrgica es al y con el Espíritu, Sin embargo, Pentecostés es la única ocasión en que lo celebramos de modo especial y exclusivo. Él está presente absolutamente en toda la actividad interna o externa de la Iglesia, que es su obra. Es el don supremo de Jesús Resucitado que lo da en el “Soplo”, según san Juan, y en forma de “lenguas de fuego”, según san Lucas.
2. Fiesta de la Iglesia. Ésta comunidad existe gracias al Espíritu, comienza con María y los Apóstoles, pero su acción arranca en el envío y en el “soplo” de Jesús o también en la efusión de Pentecostés. El Espíritu capacitó a los discípulos para iniciar la predicación que contagiará y congregará creyentes del mundo entero. Desde entonces hasta hoy el Espíritu Santo continúa su obra asistiendo a la Iglesia y formándola como Cuerpo de Cristo.
3. Fiesta del cristiano. Nuestra fe en Jesús y nuestro conocimiento de Dios lo debemos al Espíritu Santo. De él depende nuestra Iglesia, los Sacramentos, la Escritura, la Liturgia. Le necesitamos para ser buenos discípulos de Jesús en cualquier estado de vida. Él es nuestra inteligencia, sabiduría, ciencia, fortaleza, consejo, piedad y temor de Dios. Si tenemos su presencia tenemos: amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe y mansedumbre.
- El Espíritu Santo renueve nuestros corazones, nuestra fe, nuestro entusiasmo para ser cristianos activos que construyen el Cuerpo de Cristo en este mundo. ¡Feliz fiesta de Pentecostés!
Primera lectura: Hechos 2,1-11. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de ES y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban: «¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.»
Salmo 103. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. a) Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas. b) Les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. c) Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor.
Segunda lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12-13. Hnos: Nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del ES. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Sr; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Fray Luis Galindo,O.P.