La Palabra del día 02 de julio del 2015
Creado el Miércoles, 10 de Febrero del 2016 11:28:13 pm
"¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?" Jesús lo oyó y dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."Reflexión. Jesús al elegir a sus discípulos no hace ningún tipo de distinción de personas.
1. Llamado. Los cuatro primeros discípulos fueron pescadores, el quinto es un publicano. Esto tipo de personas eran despreciadas por los fariseos, los consideraban traicioneros a su patria, idólatras y ladrones. Con ellos no se debía tener trato, menos sentarse a comer juntos, eran tenidos como impuros. Jesús rompe estereotipos, fija su mirada en él, y lo llama nada menos que a ser uno de sus íntimos Doce.
2. A la mesa. Mateo celebra un banquete, para compartir con sus amigos y allegados por el emprendimiento de su nueva vida. Naturalmente los invitados son de su misma condición, “publicanos y pecadores”, Jesús no se hace problemas de compartir con estas personas la misma mesa. Da la impresión que tuviese una predilección especial por los marginados y considerados malos en la sociedad de su tiempo.
3. Médico. Jesús al oír la pregunta que hacen los fariseos a sus discípulos, expresa el sentido de su misión, él ha venido por los enfermos, por los necesitados de salud física, mental y sobre todo espiritual, por los enfermos a causa el pecado. Su vida entera la entregó por el perdón y la salvación de los pecadores.
- Los bautizados somos discípulos de Jesús, no porque seamos buenos y santos, sino porque necesitamos de la completa sanación espiritual. Ten un feliz día.
Primera Lectura: Génesis 22,1-19. En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán llamándole:"¡Abrahán!" Él respondió: "Aquí me tienes." Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré." Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios. El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: "Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros." Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abrahán, su padre: "Padre." Él respondió: "Aquí estoy, hijo mío." El muchacho dijo: "Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?" Abrahán contestó: "Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío." Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: "¡Abrahán, Abrahán!" Él contestó: "Aquí me tienes." El ángel le ordenó: "No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo." Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en una maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó a aquel sitio "El Señor ve", por lo que se dice aún hoy "El monte del Señor ve". El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: "Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrella del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido." Abrahán volvió a sus criados, y juntos se pusieron en camino hacia Berseba. Abrahán se quedó a vivir en Berseba.
Salmo 114. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. R. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor: "Señor, salva mi vida." R. El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas, me salvó. R. Arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. R.
Fray Luis Galindo,O.P.